jueves, 27 de febrero de 2020

Bombas y muerte

Bombas suenan a mi alrededor, gritos de personas a lamentos que se oyen.
Pero no me importa nada, tengo desgarrado el corazón, el alma rota por tu muerte.
Es una agonía la que siento al recordar como tu vida se iba entre mis brazos y me mirabas con súplica sin entender lo que había sucedido. Grité pidiendo auxilio, mientras te apretaba junto a mi pecho. Lloraba acunándote, desconsolaba cuando la vida se fue de tu cuerpo.
Cuando quisieron arrancarte de mis brazos, grité como una loca, no podían apartarme de ti. Luché por soltarme de aquellos brazos y caí desmayada.
He despertado en la cama creyendo que todo era un sueño pero al tocar buscándote, no te encontré y como un puñetazo en mi rostro comprendí la cruel realidad. 
Desde mis gemidos te llamé porque no quería creer que fuera cierto. Silencio fue la respuesta.
La familia se reunió conmigo y como una zombi me llevaron junto el ataúd que guardaba tu cuerpo. Caí sobre esa caja, me abracé a ella para no soltarme jamás, tú estabas ahí cuando unas horas antes caminábamos juntos ajenos a lo que nos esperaba.
Siento tanto dolor que sólo deseo morirme y estar a tu lado. Odio a este país, a esta guerra, a esos hombres que te mataron y todo por qué, por confundirte con alguien a quién buscaban.
Dios maldiga a cada uno de ellos, que sufran como yo lo hago, que sientan la perdida de un ser amado.
Quiero morirme, quiero irme contigo, no puedo borrar de mi mente tu mirada, como en segundos cambió de la incomprensión al terror, como se deslizó aquella lágrima por tu rostro ante  tal cruel separación.
Me ahogo en mis lágrimas, en la soledad sin ti, no puedo imaginarme seguir viviendo sin que tú estés. Dios mío, inconcebible lo que ha sucedido, como has podido dejar que ocurra.
Solo deseo morir abrazada a ti.


Autora: Olga González Sobrín

Esa vejiga acosadora

Muchas veces pienso en aquella primera etapa de mi vida donde yo no controlaba cuando orinaba, todo me lo hacía encima. Mi madre me enseñaba a que lo hiciera en un pequeño orinal para dejar atrás el pañal. Tras muchos intentos por fin lo conseguí.
Pero ese control no fue total hasta que fui un mocito, me despertaba en las mañanas con las sábanas mojadas. Corría avergonzado a esconderlas y me encerraba en el baño a llorar. A mis hermanos no le sucedía y se burlaban de mí. Ante este hecho, mi mamá me llevó al médico y descubrimos que no sólo a mí me sucedía. Había más casos.
Aquí comenzó otra batalla. Noche tras noche, mi madre actuaba como despertador y me levantaba para ir al baño. Después de un tiempo dejé de mojar la cama. Pasó la adolescencia, me hice adulto y aquellos episodios quedaron atrás.
Y aquí estoy en mi última etapa de la vida, los años no se perdonan y parece que vuelvo a aquella niñez. Mi cuerpo envejecido reclama su ración de pastillas para que funcione bien, pero a su vez me traen por el camino de la amargura.
No comprendo cómo un hombre puede orinar tanto. Cuando veo dibujos animados en la tele donde el personaje se retuerce por sus ganas de orinar, ya no me río como antes porque yo sé lo que es eso.
Tiemblo cuando salgo a la calle porque mi vejiga no se aguanta y he de buscar rápido una cafetería, o si me pilla en una caminata buscar un rincón donde meterme. Cuando viajo en un autocar sin aseo tengo que rogarle al conductor que me deje bajar, para ir al baño en una estación donde la parada sólo es para que bajen y suban los viajeros.
En la noche me levanto cada dos horas, si no coincide antes, para ir al rincón más visitado de la casa. Y allí estoy, dando rienda suelta al manantial.
Tiemblo al pensar que algún día de nuevo tenga que usar pañal. Interiormente me siento atemorizado de que ello suceda y no sé si llorar. Me doy cuenta que cada cuerpo envejece de una manera, y envidio a aquellos que con edad avanzada corren libres sin ataduras. Yo ruego que mis últimos días no sean como los terrores que me persiguen.


Autora: Olga González Sobrín

miércoles, 26 de febrero de 2020

Bichos raros

A veces, la gente nos mira como si fuésemos bichos raros porque nos besamos en la boca, sin importar el lugar o quién esté presente. Son besos que salen de nuestro corazón. No entienden que la edad no importa. Da igual tener quince, veinte, treinta o cuarenta años, porque los sentimientos son los mismos.
Quien diga que el tiempo enfría el amor se equivoca. Nosotros somos ejemplo de ello, por eso, los incrédulos nos ven como bichos aros. Desde que nos conocimos, siempre hemos mantenido esa llama encendida.
Siempre nos hemos respetado, dialogando y tomando juntos las decisiones. Hemos buscado la felicidad del otro. Cuidamos los detalles por minúsculos que sean para mantener esa semilla y obtener el amor maduro que hoy tenemos.
Hemos creado un rincón para nosotros donde cultivamos toda la esencia del amor.  Han pasado los años pero seguimos amándonos con la misma pasión. 
¿Por qué tenemos que ocultarnos? No hacemos nada malo. Algunos matrimonios se rompen porque se les acaba esa chispa. Yo doy gracias a Dios por habernos unido y siempre le pido un día más a su lado. Y el día que me vaya, llevaré conmigo el amor que he recibido y me iré en paz esperando su llegada.


Autora: Olga González Sobrín

martes, 25 de febrero de 2020

Sueño de novia

Desde pequeña veía a papá y mamá tan felices y enamorados que sólo deseaba crecer para casarme. Jugaba con las muñecas creando mundos de fantasías, donde yo era protagonista, unas veces era princesa, otras una sirvienta, pero en todas encontraba a mi príncipe azul.
Mis padres me llevaban a las bodas de nuestros familiares, todo me parecía un cuento de hadas. La primera vez que vi la iglesia tan llena de flores, mis ojos se abrieron como platos, no salía de mi asombro ante tal visión. Y qué decir de la salida de los novios, cuando todo el mundo les lanzaba arroz, me llenaron las manitas de aquellos granos y corrí a lanzárselos riendo toda feliz.
Aquellos recuerdos me acompañaron en la niñez, ¡qué bellos eran! En la adolescencia mis amigas se echaron novio, se veían a escondidas y cuando lo hacían públicamente, se portaban formalmente pero en la soledad se robaban muchos besos.
Las veía tan felices que, a veces, tenía un gusanillo llamado celos que me rondaba. No es que yo no tuviera ocasión de salir con chicos pero no los encontraba atrayentes, en mi mente seguía soñando con mi príncipe de la niñez.
Y así han pasado los años, esperando un sueño, vestida con mi vestido de novia y el traje del novio colgado. Me siento a pensar que es lo que ha ocurrido, si es que soy tan fea o soy un ogro. Me miro al espejo, veo una joven bien parecida, llena de sueños, no veo nada extraño.
Aquí sentada, mirando atrás, creo que me he equivocado, que he tenido la oportunidad de tener a alguien a mi lado, que muy bien me merecía, pero cegada por una fantasía lo dejé marchar.
Ahora, más realista, he decidido cambiar, tirando ese muro que levanté para romper ese espejismo que me había creado. Y con humildad iré a pedir perdón al hombre que me declaró su amor, aquel que me daba el mundo y yo cruelmente lo rechacé. Y si él decide perdonarme, quizá me vea con mi vestido de novia en el altar al lado del hombre que amo, con el sueño cumplido de aquella niña en aquella primera celebración.


Autora: Olga González Sobrín

Abuelita

Abuelita, te quiero tanto como de aquí al cielo. Me gusta que me achuches y me llenes de besos. Cuando me acurruco en tus piernas y me abrazo a ti, hueles a galletas, a ésas que siempre haces para mí.
Cierro los ojos y ahí te veo abriendo los brazos para cogerme, con una sonrisa que ilumina tu rostro lleno de arrugas, sin embargo, cuando mis manos agarran tu cara siento tu calor y el amor que me profesas.
Siempre tienes montones de historias para mí que me encantan escuchar, me narras tu vida de pequeña y me asombro como luchabas ante la dureza de tus vivencias. Si yo fuera tú sería incapaz de hacer nada.
Me cuentas de tu vida, de la niñez, de cuando el abuelito te conoció, la guerra que os unió. Soy pequeña pero comprendo tu historia.
Abuelita, te admiro, quiero ser como tú. Eres mi heroína.
Te quiero tanto abuela, como a papá y mamá, soy tan feliz a tu lado, me haces sentir una princesita, sabes lo que quiero sin yo pedirlo, me cuidas y proteges, eres como mi ángel guardián. No sé como decirte lo que siento dentro de mí cuando estoy contigo, sólo puedo abrazarme a ti y no soltarme. Soy tan pequeña en un mundo de mayores, que me siento perdida. Voy y vengo del cole, juego con los amiguitos, pero solo hay un rincón donde me siento en paz y ése es a tu lado.
Abuelita, nunca me abandones.


Autora: Olga González Sobrín

domingo, 23 de febrero de 2020

Sola en el rincón

Sola, pensativa, silenciosa se encontraba en un rincón una bella dama. Su rostro era un poema de belleza, que cubría queriendo ocultar sus facciones.
Su mirada perdida en la lejanía, sentada allí, esperando no se sabe qué, casi inmóvil, su pecho se agitaba en suspiros que iban y venían, sus manos apoyadas en sus piernas.
Permanecía quieta, perdida en sus pensamientos, no levantaba la vista, se mantenía ajena a todo lo que le rodeaba.
La observaba, admiraba su belleza, pero me mantenía en mi sitio, no tenía el coraje de acercarme a ella.
Mi corazón latía, quería hablarle, quería traerla a la vida, no podía verla así, abstraída en un mundo ajeno a la realidad.
Deseaba acariciarle la mejilla, levantarle el mentón y decirle como tan hermosa no sonreía y se ocultaba tras ese velo.
Preguntarle que canalla le hizo daño o que la estaba perturbando, que mi corazón había conquistado y solo deseaba verla sonreír.
Ante mi sorpresa, ella se levantó, con su mirada hacia el suelo pasando junto a mí, dejando una aromática fragancia.
Y...tonto de mí, se fue y no me atreví, no le dije nada, mi corazón era de ella, pues, me lo había robado.
Mi corazón se rompió al ver que no la encontraba, la había perdido pero nunca me rendiré, te buscaré y haré que vuelvas a sonreír, porque te has convertido en mi razón de vivir.


Autora: Olga González Sobrín

sábado, 22 de febrero de 2020

Sentados en la mesa

Sentados en la mesa, acompañados de las velas y un buen vino, la pareja se sujetaba las manos, acariciándoselas, con ternura y amor. Sus miradas fijas en ellos, iluminadas por las velas dando brillo especial a sus ojos.
Cogía su mano y la acercaba a su boca, dejando besos por su palma, su muñeca, a ella se le erizaba la piel y su corazón latía por ese hombre que la tenía enamorada. Se levanto de su asiento y se acercó a él, se sentó sobre sus piernas y se abrazó a su cuello, y mirándolo con ternura y pasión, le besó en los labios, llegando hasta su corazón, él la abrazo y le devolvió su beso, la cogió en brazos, mientras, ella inclinó su cabeza sobre su hombro depositando besos en su cuello, y con ella en brazos se dirigió a su nido de amor, dejando atrás una cena romántica para dar suelta a su pasión. Y pasaron la noche amándose, susurrándose palabras que salían de su alma, sus cuerpos desnudos yacían abrazados al amanecer, otro nuevo día para ellos, otro día más de fiel amor, y así, por siempre, juntos, los dos.


Autora: Olga González Sobrín

En el salón

Él se acercó a ella y la tomó de su mano.  La llevó al salón. Mientras la música sonaba, sus manos se entrelazaron y sus cuerpos se rozaron. La apretó hacia sí y empezaron a bailar. Sus corazones agitados a la vez que su respiración, su piel erizada. 
Las miradas fijadas en ellos, sus ojos no perdían la conexión. Se deslizaron por la pista, marcando pasión en cada movimiento, sensualidad en cada giro, amor en cada paso. El mundo se paró a su alrededor. El público admirando y deseando ser ellos para poder sentir lo que tenían. Mientras ellos bailaban. Sus ojos llenos de amor, al igual que sus corazones. Y bailando, se olvidaron de todo lo que les rodeaba.


Autora: Olga González Sobrín

jueves, 20 de febrero de 2020

Mi pequeño guerrero

¡Hola mi pequeño guerrero!
Nunca imaginaste en el vientre de tu madre, donde ibas a nacer. Allí te sentías protegido, ajeno a gritos, lamentos, explosiones, a todo lo que se cocinaba ahí fuera.
En el desgarro de dolor y lamentos llegaste al mundo, con tus bellos ojos inocentes miraste a tu madre por primera vez, ella te acariciaba tu pequeña carita sonriendo y triste por tu futuro.
Tu madre te alimentaba, te acunaba, aunque tú notabas sus sobresaltos ante los disparos que se oían. Te escondía de los hombres que entraban en los hogares llevándose personas, grandes y pequeños, ella sabía que unos no volverían jamás y otros perecerían como guerrilleros.
Creciste entre las piernas de tu madre, jugando feliz, a salvo de ese mundo hasta que aquella tarde echaron la puerta abajo y no pudiste esconderte. Ante los alaridos de tu madre te arrastraron a la calle y te llevaron con ellos.
Y hoy te veo, mi pequeño guerrero, tu alma de niño y tu aspecto de hombre.
Esas alas de pequeño ángel son las que tu madre desea que te protejan, que te hagan volver con ella pero el rifle al que te han atado, han hecho de ti un esclavo en una guerra a la que no perteneces.
Te mantienes a la espera de unas órdenes que has de acatar, sin saber que el destino pueda hacer que sea el último. Y en tu mente, solo piensas en jugar, en abrazar a tu madre, en volver al calor de tu cama en tu hogar.
Y aquí estoy, te veo, y me uno a los rezos de tu madre para que puedas regresar sano y salvo junto a ella. Deseando que esas alas te traigan de vuelta, al niño pequeño no al guerrero.
Vuelve pronto.


Autora: Olga González Sobrín

Déjame ser tu letra

Déjame ser la letra en la canción de tu vida, déjame ser también la música que la acompaña.
Me transformaré en los más hermosos versos que jamás oirás en otra mujer, pues yo soy la partitura que sale de tu corazón.
Mi sentir va unido al tuyo en un bello compás, donde nuestras almas bailan en un salón dorado.
Soy tu musa llegada a ti por el destino, para formar una sola voz, para disfrutar juntos de la vida, porque así los dioses decidieron convertirnos en un Mozart del amor.
Tus caricias, tus besos escriben en mi piel una melodía con clave de sol, escalando en las notas hasta llegar a su explosión.
Soy tu musa, tu inspiración, soy la música de tu corazón.


Autora: Olga González Sobrín

lunes, 17 de febrero de 2020

Cuando estoy en tus brazos

Cuando estoy en tus brazos me siento en un universo diferente, ajena a la realidad que me rodea, me siento tan llena de paz que cualquier cosa del pasado ya no me hace daño.
Cuando me envuelves en tu abrazo me pego tanto a ti que me gustaría que fuéramos uno solo, más tengo que reconocer que somos dos individualidades.
Mis latidos van al compás de los tuyos, mi respiración sigue la tuya pero, a veces, mi corazón galopa con tal fuerza por la emoción que me embriaga al saber cuánto me amas.
Me abrazo con tal fuerza a ti con miedo a perderte, gritando desde mi interior al mundo:"es mío". Tan egoísta me he vuelto que no quiero compartirte. Y tú, con tu mano coges mi barbilla para besar mis labios haciendo que me olvide del sentido de la propiedad que me he creado.
Te amo como nunca antes amé, y estoy dichosa y feliz al saber que lo soy todo para ti. Por eso, cuando me abrazas, me recreo en el placer de ser tan amada, de la protección que me das y me amarro a ti como un náufrago recién rescatado.


Autora: Olga González Sobrín

Te prometo

Te prometo, mi amor, días de felicidad, experiencias inolvidables, momentos de amor y ternura.
Te prometo, mi amor, que tendremos una vida llena de armonía y paz, esperanzas y sueños.
Te prometo, mi amor, que siempre estaré a tu lado, no dejaré que decaigas porque mi sonrisa estará a tu lado.
Te prometo, mi amor, que cada momento, cada segundo a tu lado estarán cargados de pasión.
Soy la persona más afortunada por tenerte a mi lado. Eres mi apoyo, mi fuerza, mi vida, mi ser. En ti he encontrado todo lo que buscaba, porque solo necesito verme en tus ojos para comprobar cuánto me amas.
No necesito de palabras para que me entiendas, me conoces tanto que cualquier variación en mí la detectas como el rayo. 
Nuestra entrega es total, cargada de tanta atracción, que la noche se hace cort a nuestra pasión.
Eres mi compañero, mi amante, mi amor. Te prometo que siempre te amaré, que estaré a tu lado, que mi alma es tuya. Te prometo que si yo he de irme antes que tú, velaré por ti hasta que nos reunamos.
Te amo, mi niño, mi esposo. Te amaré después de la muerte. Porque soy y seré SIEMPRE TUYA.


Autora: Olga González Sobrín

domingo, 16 de febrero de 2020

La soledad

Hay días en los que me siento lejos de todo y me aíslo con mis recuerdos, con el corazón roto por la soledad que me envuelve.
Esos días me levanto por las mañanas con un gran peso en mis entrañas que me ahoga y me hace sentir triste.
Días pasados que vuelven a mí mostrándome la huella que dejaron. Y siento la necesidad de llorar y llorar hasta echar fuera el dolor que me ahoga.
Las horas transcurren lentas. Hago mi rutina diaria, arrastrándome de un lado a otro. Intento comer, pero una pared invisible no permite que pase nada. Como un fantasma me muevo por la casa, recorro cada hueco buscando lo imposible: un pasado desaparecido que solo se encuentra en mis recuerdos.
En esos días que no soy yo misma, solo pena llevo en mi alma. Añoro a mis seres queridos que ya no están conmigo. Me siento y los evoco. Las lágrimas caen por mi rostro sin poder evitarlo.
El día se hace eterno en la triste soledad que me invade. Solo la noche logra calmar mi dolor. Dormiré hasta que el amanecer me salude mostrándome un hermoso día. Y así volveré a ser yo misma otra vez.


Autora: Olga González Sobrín

Años de trabajo

Llevo años trabajando para ti, desde la primera luz del día hasta el anochecer.
Nunca me he quejado, te he sido fiel. Desde que llegué a tu hogar he aprendido todo aquello que me enseñaste. Cuando era joven tus pequeños jugaban conmigo, tiraban de mis orejas o la cola, subían a mi lomo y paseábamos.
Han pasado los años y he envejecido, me siento débil, ya no veo bien. Me demoro en el camino pero sigo sirviéndote fielmente, lo que más me duele son tus gritos, tu látigo en mi piel, tu incomprensión hacia mí cuando mi vida ha sido para servirte.
Arrastro mis patas patas para tirar del carro que cargas sin piedad, mi cuerpo se resiente y busco descanso en las paredes para seguir mi camino. Lloro desconsolado, sabiendo de tu desprecio.
Recuerdo tus caricias y alabanzas cuando era joven. Me premiabas. Con mi hocico buscaba tu mano esperando tu aprobación, con un rebuzno te saludaba feliz. Presumías con tus amigos de lo fuerte y listo que era, todo orgullo para ti.
Y mi recompensa a tantos años de servidumbre son ahora latigazos. Ya no te sirvo como tú quieres pero sigo siendo tu fiel burro. No huyo cuando me pegas, no puede serte más leal.
Veo que mis últimos días están cerca y me arrastro con dolor hacia ellos, mis penas me acompañan pero siempre estaré contigo aunque tú ahora seas así.



Autora: Olga González Sobrín

viernes, 14 de febrero de 2020

Cierro los ojos

Cierro mis ojos para viajar en mis recuerdos y descubrir cuanto te amo. No puedes imaginar que emociones recorren dentro de mí con cada imagen que sacude mi mente, como se acelera mi corazón y se me hace un nudo en el estómago.
Recuerdo tus besos en mi cuello y me hacen temblar, mi piel se eriza y mi respiración se agita. Tus caricias por mi espalda desnuda, tus labios saboreando mi piel, me agito temblando y esperando ese dulce placer que provocas en mí.
Recuerdo tu mirada en mí, sintiéndose cautivada en ellos por el reflejo de su luz. Como tu sonrisa provoca la mía y tus labios aterrizan en los míos, para envolvernos en un abrazo que detiene el tiempo a nuestro alrededor.
Recuerdos de nuestros pequeños paseos junto al mar, acaramelados mientras hablábamos de nuestro amor. Siguiendo la orilla de la playa mientras nuestros pies desnudos se mojaban con el ir y venir de las olas.
Con los ojos cerrados me pierdo en nuestros recuerdos, con el corazón desbocado y empezando a arder por ti. Deseando que transcurran las horas para poder resguardarme en tus brazos, sentir tus besos en mi boca y dar rienda suelta al amor que siento por ti.



Autora: Olga González Sobrín

jueves, 13 de febrero de 2020

Ley de vida equivocada

Dicen que es ley de vida, así lo impone la naturaleza, nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos, y también, que los hijos entierran a sus padres.
Aquí maldigo, grito a los cielos y los infiernos, este dolor que tengo. Maldigo a todo aquello en lo que creía, maldigo mi vida, mi suerte.
Tengo el corazón desgarrado, siento un profundo dolor tan dentro de mí que no puedo aguantarlo y lágrimas recorren mi rostro como una fuente inagotable.
Maldigo este día, maldigo mi suerte, si de verdad existes, cámbiame, cámbiame por ella, retrocede en el tiempo y llévame a mí.
¡Dios, si existes, hazlo! Me has matado en vida al dejarme sin mi hija, mi mayor tesoro, mi niña del alma.
¿Por qué eres tan cruel? ¿No dicen que son los hijos los que entierran a sus padres, que los padres somos los primeros en irnos, y que es ley de naturaleza?
Maldigo como jamás lo he hecho en mi vida, jamás creeré en ti, ¿cómo puedes permitir esto?
¡Dios mío!, tengo desgarrada el alma, no puedo dejar de gritar, me oprime el pecho, siento morirme. ¿Por qué, por qué?
Mi niña, mi niña, ¿por qué tú? No puedo entenderlo, veo tus ojos, oigo tus risas, siento el calor de tus abrazos y besos pero te has ido. Mi luz, mi alegría, mi pasión de cada día. ¡Oh, pequeña mía!  ¿Por qué tú?
Quiero morirme, no quiero seguir aquí sin ti, me ahogo, no puedo dejarte ir. Por más que aprieto tu vestido contra mi pecho, no estás tú. Por más que mire tus fotos o me refugie en tu habitación, no cura mi dolor.
Maldigo y mil veces maldigo, llévame a mí, estoy ya muerto, ya no tengo motivos para vivir, cruel has sido conmigo pero no evitarás que me vaya a su lado, aquí no tengo nada y nada me retiene. ¡Mi niña, papá se va contigo!



Autora: Olga González Sobrín

lunes, 10 de febrero de 2020

Juntos para siempre

Desde muy joven compartió su vida con el hombre que la había cautivado. En un principio lo rehuía pero fue ganándose su corazón. Ahora vive de recuerdos.
Recuerdos de aquellas primeras citas cuando a escondidas se cogían de la mano y se daban algún beso robado, los paseos por las calles, y las noches en las que salían a bailar.
Recuerdos de su boda, de años de felicidad, de la llegada de sus pequeños, que hoy viven sus vidas lejos de aquí. Días cargados de sorpresas, aventuras y felicidad con ellos, y noches cargadas de pasión y mucho amor junto a su marido.
Tantos recuerdos felices hasta que él enfermó. Veía como poco a poco sus ojos se apagaban, aunque siempre tenía una hermosa sonrisa para ella, una caricia, un beso, una palabra de amor, solo para verla sonreír. Recuerdos tan duros como estos últimos ensombrecían su corazón.
Recuerdos de su última noche, aquella en la que se fue y él lo sabía, por eso se despidió de ella dándole las gracias por su amor, sus cuidados, su paciencia con él, por la bendición de sus hermosos hijos, por todo lo que ella significó para él. Antes de irse le prometió que no la dejaría sola, que permanecería con ella hasta que se pudieran reunir.
Ella, sentada a la mesa, brinda por él, pues, su presencia la acompaña  en la calle, en la casa, en su soledad aparente.



Autora: Olga González Sobrín

Y llegó a él

Y llegó a él como una gran bendición, aquella bella mujer cuya mirada iluminaba cualquier habitación, cuya sonrisa derretía  cualquier corazón.
Caminaba a su lado, acariciando sus dedos, agarrándola después firmemente.
A veces, lo envolvía en un abrazo, dándole un nuevo aliento en su lucha, que junto a la sonrisa, daba frescor a su vida.
Siempre con él, siempre su sombra, siempre estaba allí, ella llegó para ser su ángel, para ser su amor, para su amor, para enseñarle que la vida siempre será bella y apartarlo de la oscuridad.


Autora: Olga González Sobrín

viernes, 7 de febrero de 2020

La sirenita

Hacía tiempo que la sirenita no se la veía bien. Ella tan alegre y divertida era ahora una sombra de ello. No quería compañía, no deseaba hablar, lo que la rodeaba le molestaba.
Nadie de su familia y amigos comprendían su cambio, sabían que algo le sucedía, pero cada vez que se aproximaban ella los rechazaba.
Surcaba los mares a toda velocidad, enfadada con el mundo, sus lágrimas caían por su rostro, su alma agonizaba. Odiaba ser sirena.
No podía contar lo que le ocurría, tenía miedo de sus reproches y los sermones de que el mar era su reino. En las noches ella huía, nadaba hacia las rocas y se sentaba allí durante horas para conversar con la Luna, a la que no ocultaba sus sentimientos.
La Luna sabía de su mal , acontecido hacia unos meses. Ella, en una de sus excursiones, se había topado con un hermoso joven. Oculta tras una roca lo observaba mientras caminaba por la orilla ajeno a todo. Su semblante se veía serio. La pequeña sirena sin poder evitarlo se enamoró de aquel rostro, sus ojos tan profundos que llegaban al interior de su alma, su esbelto cuerpo musculado, su porte caballeresco, todo en él era perfecto.
Tomó por costumbre ir a su encuentro. Desde su escondite lo observaba en su ir y venir por la playa. Su corazón se alegraba cada vez que lo veía, olvidándose del tiempo mientras él permanecía allí.
Hasta que un día, él apareció de la mano de una joven.El corazón de la sirena se rompió. Su corazón se había roto. No podía decir a nadie porque sufría. Tenían prohibido relacionarse con los humanos. 
Él estaba enamorado de aquella chica humana, que solo se diferenciaba de ella porque tenía piernas en vez de cola.
La sirenita huyó lejos de allí, de aquel amor platónico que la había roto su corazón. En su huida se quiso alejar de todos, no quería oír lo que en cierto modo ya sabía. Y sentada en las rocas, noche tras noche, le lloraba a la Luna, mientras su luz se apagaba. Su dolor insoportable por la pérdida la llenó de agonía, hasta que poco a poco se apagó. Y la Luna, llena de pena, la atrajo hacia ella y la convirtió en una estrella.



Autora: Olga González Sobrín

Separación

Verte marchar bajo la lluvia me provocaba mucho dolor. No podía evitarlo y mis lágrimas se escapaban. Sentada en el autocar, viendo cómo te alejabas, intentaba esconder mi rostro apoyando mi cabeza en el cristal.
El día no me ayudaba, la lluvia me invitaba a soltar mi propio diluvio. Mi corazón compungido no podía ayudarme a seguir.
Recordaba nuestro tiempo juntos, paseando por las calles agarrados de la mano, sonrisas y besos, tan acaramelados y juntos. 
¡Qué noches más amorosas y qué despertares tan llenos de besos!
Respirábamos amor por todos los poros de nuestra piel. Cuando me mirabas, se iluminaba tu cara, era pura poesía de amor y yo me derretía. Nunca pensé que el amor fuera así, un sentimiento tan fuerte y tan puro. Tampoco pensé que yo le mereciese, pero nuestros destinos nos unieron. 
Y aquí estoy llorando por mi vuelta, ocultándome de miradas ajenas, y mi corazón sufriendo por los kilómetros que nos van separando. En mis ojos llevo grabada tu imagen encogida bajo el paraguas y sé también que tú te vas llorando.



Autora: Olga González Sobrín

jueves, 6 de febrero de 2020

Vivo una película

Vivo una película de eterna felicidad para toda la sociedad cercana a mí. Todos ven un rostro feliz con una sonrisa para todo el mundo y nunca una mala palabra hacia nadie.

Siguen mis pasos allá dónde voy, no porque sea famosa, sino por mi personalidad, mi bondad, estar siempre dónde lo necesitan. Cualidades que he ido adquiriendo en los años de mi vida.

Sé que me aprecian mucho, incluso algunos me consideran como una hija o hermana.
Sé que una palabra mía pidiendo ayuda haría que algunos se prestaran a ayudarme sin pensárselo dos veces.
Pero ahora, solo el espejo sabe como me siento, me miro en él y lágrimas descienden por mi rostro. Siento un ahogo en mi pecho que me impide respirar, siento una necesidad de gritar a los vientos mi pesar pero solo consigo derramar lágrimas que parecen inagotables.
Sin embargo nadie sabe, como ahora, que las lágrimas descienden inagotables por mi rostro. En mi soledad sufro saber que mi final está cerca, he querido luchar contra esta maldita enfermedad y los médicos no me han dado solución porque no la tiene. Su consejo: arreglar todo y despedirme de mis seres queridos.
Quiero gritarle a ese Dios del que todos hablan,para que me diga porqué me roba la vida ahora.
Tengo sueños, muchos sueños, quiero ser madre y ver crecer a mis hijos, ver jugar a mis nietos. Quiero ver como se forman las arrugas en mi rostro. Quiero esa casa con jardín para la que llevo ahorrando tiempo. Quiero ascender en el trabajo. Quiero estar en la vida de los amigos, a los que quiero y ayudo.
Aún me quedan muchas cosas por hacer, pero me han acortado el tiempo a un par de meses o quizás menos. No sé cómo enfrentarme a este final, si encerrarme y dejarme ir, o decirlo abiertamente y disfrutar de mis días junto a los que me quieren. Pero no quiero hacerles sufrir ni quiero dar pena, quiero que me vean como siempre.
El espejo me devuelve el reflejo de las lágrimas que no cesan, muestra el dolor que me corroe y la vida que se va yendo.
Me quitaré este maquillaje, me daré un baño, me acostaré en la cama y consultaré con la almohada mi decisión. Mañana será otro día, uno menos en mi cuenta atrás pero creo...,que lucharé.



Autora: Olga González Sobrín

El cuento

Papi, me dejas que te cuente un cuento, ¿a qué sí?.
Hace unos años en un pueblo muy bonito, un chico y una chica se conocieron, se hicieron muy amigos, siempre estaban juntos y se enamoraron. El tiempo iba pasando, eran muy felices y decidieron casarse.
Y ¿sabes qué papá?, la boda fue muy bonita, ella con un vestido hermoso con una gran cola, su velo y un ramo precioso, y él llevaba un traje oscuro con una bonita corbata. La iglesia estaba llena de flores y la novia iba al altar del brazo de su papá. La ceremonia fue preciosa, ella lloró de felicidad. Después, se fueron a hacer fotos en un paraje muy bonito, había un castillo y calles muy antiguas, también posaron en un jardín repleto de color.
Y llegó la noche, la gran celebración con la familia y los amigos. Todo tan apetitoso, tanto brindis y felicidad.
Pero papi, no acaba aquí, los novios se fueron de crucero en su luna de miel.
Hicieron muchas fotos que guardan en un álbum.
E iniciaron una vida juntos, mucha felicidad, vivían el uno para el otro. Pero los meses pasaban y ella entristecía, su dicha no era completa.
¿Sabes qué pasó papi? Fueron al médico y les hicieron pruebas, muchas pruebas, entonces, les dijeron que no podían tener hijos.
Lloraron cuando llegaron a casa pero no quisieron tirar la toalla, volvieron al médico y hablaron y ¿sabes qué?, encontraron una solución, le pusieron un tratamiento y al cabo de unos meses...iban a ser papás.
Su barriga crecía y crecía, el bebé daba patadas, y los meses pasaban hasta que un día el bebé quiso salir.
Ella gritaba con el esfuerzo y él le agarraba la mano, tras un tiempo de dolor, se oyó un lloro. Nació una niña muy guapa, cuando la pusieron con su mamá, abrió los ojos y sonrío a sus papás.
Se llevaron la niña a casa, lloraba mucho porque tenía hambre y otras por sueño pero sus papás no se cansaban.
La niña crecía, crecía y adoraba a sus papás que jugaban con ella y la mimaban y querían.
Y siempre fueron felices.
¿Te gustó papi?
Sí, mi niña.
¿Te digo un secreto?
Dime.
Los del cuento somos nosotros.
Lo sé mi vida. Eres lo más hermoso de nuestra vida, desde que llegaste has sido nuestra alegría, nuestro amor. Eres nuestro mayor tesoro, y siempre estaremos contigo, da igual lo lejos que puedas estar porque iremos contigo en tu corazón.
Papi, te quiero.
Yo también, cielo mío.

Autora: Olga González Sobrín

Envuelta en gasas


Aquellos años difíciles me han hecho fuerte, han creado velos de protección ante ataques.  La superación, la supervivencia, la lucha por salir de la oscuridad me ha llevado a ser la mujer valiente que soy ahora. He vuelto a sonreír, a mirar el mundo que me rodea con su infinidad de colores. Me he encontrado a mi misma y por fin sé quién soy: una mujer con todo su potencial, con ilusión por la vida, abierta al amor, a la esperanza. Tengo derecho a ser feliz.
Ahora bien envuelta en telas de tul, como si en princesa me convirtiera, estoy protegida de los ataques que un malévolo ser que no aceptó mi decisión, y vilmente hundió mi honor.
Cada capa lleva la protección de un ser que me quiere, pero en especial hay una tan sumamente fuerte que me protege como jamás pensé creer, se ha unido para formar parte de mi ser, para ser uno conmigo.
Y por fin ya no me siento desnuda, estoy equilibrada gracias al amor. Acolchada en un nuevo mundo, vivo en un sueño del que no quiero despertar.


Autora: Olga González Sobrín

miércoles, 5 de febrero de 2020

Caí al mundo de los sueños

Caí al mundo de los sueños de aquel lugar extraño, donde las cosas que me rodeaban me eran tan desconocidas y ajenas, que corría de un lugar a otro sin saber por qué, solo quería salir de ese umbral tan oscuro para mí. Sentía que me faltaba el aire, opresión en mi pecho y me sentía desfallecer, hasta que de golpe, me sentía caer al vacío y mi corazón galopaba velozmente, en ese momento despertaba y mi corazón latía con tal fuerza que temía que se escapara de mi pecho.
En la oscuridad de la habitación, amedrentada por aquel sueño, intentando calmarme, oí una cálida respiración a mi lado que me recordó que no estaba sola.
Me acurruqué a su lado sintiendo su calor, aspire profundamente su calor, aspire profundamente su olor y la calma volvió a mí. Me acerque más a él, mi mano se deslizó por el brazo, subiendo al hombro, su cuello, su rostro. Me incliné sobre su cabeza y besé su cabello, busqué la mejilla y seguí besando.
Un murmullo brotó de aquellos labios, palabras que me hicieron sonreír, mi corazón ahora latía feliz.
Se giró y me envolvió en un abrazo protegiéndome de cualquier pesadilla que quisiera penetrar en mi sueño, actuando como una coraza.
Mis ojos se cerraron de nuevo, mi respiración acompañó la suya, y me dejé llevar a un mundo lleno de vida y color, la brisa me envolvía y volaba feliz recorriendo hermosos parajes, libre y en paz.
Acurrucada entre aquellos brazos solo encontré la paz, el amor y la pasión que siempre me acompañaría. Solo su presencia hacía de mí una nueva mujer, su centro del universo, pues, el amor que me profesa jamás creí conocer. Su mirada, sus caricias, su voz penetrando en mis oídos hacen de mí la felicidad.
Solo sus brazos me mantendrán alejada de pesadillas y me colmarán de amor. Mis pesadillas se difuminaran para dar brillo a la libertad, paz, armonía de soñar junto al ser amado.
Y por fin, duermo, junto a él en esas cálidas sábanas que nos envuelven, en las que noche tras noche, da juego el amor.


Autora: Olga González Sobrín

Los sueños

Los sueños se harán realidad, cree y todo llegará, así eran los diálogos que mantenían la luna luna y ella.
No había noche que no faltará a su cita con ella, desde su corazón le hablaba de un sueño que anhelaba y deseaba tanto que si no fuera por la fe en las palabras de la luna, jamás llegaría a alcanzar.
En la soledad de su alma solo tenía consuelo ante ella, era su luz en su oscuridad y el fuego que mantenía su llama encendida.
En su búsqueda tan prolongada de aquel corazón que pudiera palpitar con el suyo, en la necesidad de sentirse amada una vez, caminaba escrutando los cielos buscando una señal que le indicara que estaba al final de su camino y en la noche, la luna la acunaba en sus rayos para atenuar su dolor mientras conversaban en la esperanza de lograr su deseo.
Y llegó una señal, con un solo tic conseguiría, por fin, a aquel hombre que le estaba destinado. Un mensaje tras otro, de una punta del país a la otra, sellaron un pacto de amor que los uniría el resto de sus vidas.
Y la luna los vio reunirse y miró dentro de ellos, obrando con su magia, unió sus hilos para que nunca se separaran.
Los acompañó en sus pasos iluminando su camino, y ellos acortaron más sus lazos para iniciar una vida juntos, uniéndose en matrimonio, jurándose amor eterno.
Años de feliz unión, de compresión, de amor y pasión, aquel sueño que tanto deseaba por fin se cumplió y no hay noche que ella no salga a agradecerle a su luna, la bendición que le había otorgado.


martes, 4 de febrero de 2020

En sus brazos

Entre sus brazos se siente tan protegida que se mantiene ajena a lo que le rodea.
Solo siente el latir de sus corazones que se aceleran según sus besos recorren su cuello.
Su cuerpo pegado al suyo moviéndose al unísono como si una melodía los guiara, sintiendo el calor de ambos yendo en aumento.
Sus besos cubriéndola y sus manos recorriendo su piel, provocando sensaciones de embriaguez en ella y como si fuera una droga, se dejó mecer en la ola de éxtasis dónde se mezclan los sentidos miles de veces aumentados.
Sus cuerpos desnudos luchando en un mundo de placeres, lleno de pasión. Gemidos en las sombras, ruidos de una lucha llena de gozos, la atmósfera cargada de erotismo, es lo único que se encuentra en la habitación.
No existe un mañana, solo hoy, viviendo su momento de pasión, sus cuerpos han pasado a ser uno, absorbiendo su olor culminando en tal excitación que sus movimientos se vuelven más rápidos, gimiendo con más pasión, llegando a la cima en una explosión de placer ahogados en unos gritos para terminar derrotados en su lecho.
Y sus cuerpos se vuelven a unir en un abrazo, mientras el sueño los lleva a un letargo lleno de paz y amor.



lunes, 3 de febrero de 2020

Caen gotas de lluvia

Cae la lluvia sobre la luna del coche. Mientras conduzco escuchando una canción que me provoca melancolía.
Son palabras de amor de un hombre hacia una mujer, relatando los sentimientos que provocó ella en él cuando la vio, y le pide perdón por no haber sabido corresponder a su amor.
Con la música mi mente viaja al pasado y me llena de nostalgia.
Hay días grises que me sumergen en terrenos que me duelen: despedidas, engaños, abusos, traiciones que me persiguieron durante un tiempo y me sumergieron en un pozo negro.
Será porque el día que es tristón o porque estoy lejos de ti. Cuando estoy así, necesito de tu abrazo. Miro el reloj y todavía me queda bastante para llegar junto a ti. Quiero llegar a ese refugio donde el amor y la paz me llenan, donde tus besos sanan mis penas y tus caricias me curan el alma.
¿Por qué nuestro momento llegó tarde?¿Por qué tantos años entre nosotros?
Ojalá hubiera viajado contigo por los mares que recorriste, sentir tus vivencias como si yo hubiera estado en ellas. Pero el hubiera no existe. Por eso ahora ansío grabar nuestros momentos para el recuerdo, imágenes que guarden nuestro amor y que nos hagan perdurar en el tiempo.
Quiero que estés aquí, SIEMPRE. Quiero que tengamos presente y futuro, ser los protagonistas de una historia de amor única.


Añoro tu compañía

Añoro tu compañía cuando estás lejos de mí, mi alma se entristece y siento un pesar que me arrastra a una noche de desasosiego y profunda oscuridad. No puedo encontrar nada que calme mis miedos si no es tu presencia a mi lado.
Tiemblo sin saber por qué y miro atemorizada a mi alrededor, no sé lo que me ocurre cuando tú no estás a mi lado.
Tantos miedos, tantas dudas y recelos.
Siento un palpitar tan irregular que emprende galopantes carreras según mis miedos crecen. Sudores fríos me acompañan y un fuerte dolor en mi pecho que me impide respirar.
Y en esta locura grito tu nombre, sintiendo mi vida irse en ello.
Y en esos gritos de terror, me despierto arropada entre tus brazos, susurrándome al oído palabras que calman mi pesadilla para echarme a llorar en tu pecho mi pavoroso sueño. Respiro tu aroma, que junto tus latidos me serenan poco a poco, tus caricias por mi cabeza, tus besos en mis mejillas, otorgan esa paz que tú solo me das.
Esos miedos que tengo a que un día no estés, me atormentan porque no quiero perder lo que siento contigo, lo que tú me das, porque ambos nos hemos convertido en la vida del otro, porque tus palabras son mi comida, tus besos y caricias mi abrigo porque tú eres el aire que respiro, porque nuestro destino nos unió.
Me acunas entre tus brazos y me dejo ir a la paz que solo tú consigues, esa que solo se consigue con el amor que me das.
Y en ese mecer yo te respondo que te quiero desde lo más profundo de mi ser, como solo yo sé querer con el amor de una mujer enamorada y feliz por ser correspondencia en su amor.