Los sueños se harán realidad, cree y todo llegará, así eran los diálogos que mantenían la luna luna y ella.
No había noche que no faltará a su cita con ella, desde su corazón le hablaba de un sueño que anhelaba y deseaba tanto que si no fuera por la fe en las palabras de la luna, jamás llegaría a alcanzar.
En la soledad de su alma solo tenía consuelo ante ella, era su luz en su oscuridad y el fuego que mantenía su llama encendida.
En su búsqueda tan prolongada de aquel corazón que pudiera palpitar con el suyo, en la necesidad de sentirse amada una vez, caminaba escrutando los cielos buscando una señal que le indicara que estaba al final de su camino y en la noche, la luna la acunaba en sus rayos para atenuar su dolor mientras conversaban en la esperanza de lograr su deseo.
Y llegó una señal, con un solo tic conseguiría, por fin, a aquel hombre que le estaba destinado. Un mensaje tras otro, de una punta del país a la otra, sellaron un pacto de amor que los uniría el resto de sus vidas.
Y la luna los vio reunirse y miró dentro de ellos, obrando con su magia, unió sus hilos para que nunca se separaran.
Los acompañó en sus pasos iluminando su camino, y ellos acortaron más sus lazos para iniciar una vida juntos, uniéndose en matrimonio, jurándose amor eterno.
Años de feliz unión, de compresión, de amor y pasión, aquel sueño que tanto deseaba por fin se cumplió y no hay noche que ella no salga a agradecerle a su luna, la bendición que le había otorgado.
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