Dicen que es ley de vida, así lo impone la naturaleza, nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos, y también, que los hijos entierran a sus padres.
Aquí maldigo, grito a los cielos y los infiernos, este dolor que tengo. Maldigo a todo aquello en lo que creía, maldigo mi vida, mi suerte.
Tengo el corazón desgarrado, siento un profundo dolor tan dentro de mí que no puedo aguantarlo y lágrimas recorren mi rostro como una fuente inagotable.
Maldigo este día, maldigo mi suerte, si de verdad existes, cámbiame, cámbiame por ella, retrocede en el tiempo y llévame a mí.
¡Dios, si existes, hazlo! Me has matado en vida al dejarme sin mi hija, mi mayor tesoro, mi niña del alma.
¿Por qué eres tan cruel? ¿No dicen que son los hijos los que entierran a sus padres, que los padres somos los primeros en irnos, y que es ley de naturaleza?
Maldigo como jamás lo he hecho en mi vida, jamás creeré en ti, ¿cómo puedes permitir esto?
¡Dios mío!, tengo desgarrada el alma, no puedo dejar de gritar, me oprime el pecho, siento morirme. ¿Por qué, por qué?
Mi niña, mi niña, ¿por qué tú? No puedo entenderlo, veo tus ojos, oigo tus risas, siento el calor de tus abrazos y besos pero te has ido. Mi luz, mi alegría, mi pasión de cada día. ¡Oh, pequeña mía! ¿Por qué tú?
Quiero morirme, no quiero seguir aquí sin ti, me ahogo, no puedo dejarte ir. Por más que aprieto tu vestido contra mi pecho, no estás tú. Por más que mire tus fotos o me refugie en tu habitación, no cura mi dolor.
Maldigo y mil veces maldigo, llévame a mí, estoy ya muerto, ya no tengo motivos para vivir, cruel has sido conmigo pero no evitarás que me vaya a su lado, aquí no tengo nada y nada me retiene. ¡Mi niña, papá se va contigo!
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