domingo, 21 de febrero de 2021

Sí, quiero

 Quiero hablarte desde mi corazón, para que puedas comprender por qué soy así. 

Quiero que entiendas por qué cuando te digo que te amo, resulta con tanta intensidad.

Entraste en mi vida, como un amigo más, alguien al que saludaba, como siempre lo hago con todas las amistades. Y así, pasaron los días, las semanas, los meses,...Hasta que un día nos paramos a dialogar, a contarnos cosas de nuestros días, comprobando que teníamos mucho en común. Cada amanecer esperaba una palabra tuya para empezar con una sonrisa, cada noche tu susurro para alcanzar el sueño. Y así fue como me enamoré.

Llegaron nuestras primeras citas, nuestros primeros besos, los abrazos que tanto cobijo y amor me daban.

Los paseos por el campo, agarrados de la mano, buscando lugares ocultos para dar rienda suelta a nuestra pasión.

Los viajes en el coche, charlando, con besos furtivos y la felicidad de estar juntos. La de historias que pueden contar esos asientos si pudieran hablar.

Los juegos en la casa, da igual el rincón, solo dábamos rienda suelta a aquello que nos pedía el corazón.

Estoy enamorada de ti, de tus miradas, de tus gestos, de tus palabras. De tu forma de ser, de tu bondad, de tu empeño en la vida por superarte.

Estoy enamorada de tu persona, de todo lo que representas. Has llenado mi alma, curado cicatrices y eres mi fuente de esperanza, de ilusiones.

Te amo desde lo más hondo de mi ser, mi corazón es incapaz de ocultar todo lo que siento y deseo gritar a los vientos. Porque tú me das esa felicidad que nadie ha podido darme.

Y ahora, cariño, te digo: "Sí, quiero. Quiero pasar el resto de mi vida a tu lado, luchar juntos por nuestros sueños, ser tu amiga, esposa y amante. Quiero un futuro juntos, porque mi vida ya no tendría sentido sin ti a mi lado. Te entrego mi corazón en tu mano, cuídalo, porque ahí donde lo ves, es tuyo. Te has convertido en su dueño, en su ser amado. Sí, quiero. Pasaré el resto de mis días a tu lado".

Autora: Olga González Sobrín



Maltratada

 No puedo moverme del dolor que tengo Mi cuerpo está lleno de moretones y fracturas mal curadas.

Me estás abrazando mientras me pides perdón. Esas disculpas que siempre oigo tras recibir una paliza más. Me dices que me amas, que no puedes vivir sin mí. Que todo lo haces por mi bien, que quieres que sea perfecta y estar orgulloso de mí.

No puedes imaginarte como me duele todo, al más simple roce. Y estoy rezando que no oigas mis pensamientos, mi grito de socorro.

Ya no puedo más, sólo tengo dos salidas, una en una bolsa de cadáver y la otra, huir. Está claro que si sigo contigo, será la primera opción, y no la quiero. Voy a usar mis últimas fuerzas en huir. Mañana, cuando te vayas a trabajar, aprovecharé para escapar. Llevo guardando algo de dinero para esta ocasión, he conseguido contactar con una asociación y me van a ayudar.

A Dios ruego que él no se entere, no quiero que mis pensamientos se oigan. Le tengo tanto miedo, que mi cuerpo tiembla sin control. Sólo tengo un intento.

¡No quiero morir bajo su mano!

Autora: Olga González Sobrín



Carta para Luna

 Mi querida Luna:

Siempre has estado ahí, en cada paso de mi vida. Has escuchado cada una de mis palabras, me has visto llorar cada vez que me han roto el corazón. Sabes perfectamente, lo que he sufrido.

En estas noches tan largas, interminables para mí, donde solo reina el silencio y los recuerdos se vienen a clavar en mis pensamientos. Se hacen tormento, noche tras noche. Siempre tan atenta conmigo, me escuchas desde mi rincón. Eres mi amiga del alma, mi gran confidente.

Estoy muy cansada, se me va la ilusión por la vida, por los sueños y me estoy dejando ir. No siento la necesidad de luchar.

Luna, ¡ayúdame! No me dejes ir, no quiero morirme en vida. Una vez más, te pido que me auxilies y cures este corazón mío, que tan roto han dejado. Obra tu magia de nuevo para que la primavera vuelva a florecer dentro de mí. Cúrame con tu amor, una vez más.

Se despide.

Tu amiga, tu soñadora, tu admiradora.

Autora: Olga González Sobrín



Te fuiste

 Te has ido de mi vida, siguiendo un rumbo diferente al mío. Un día decidiste que no podía ser, que todo había sido un error y tomaste la decisión de marchar.

Yo estaba tan enamorada, tan feliz en la relación, que aparentemente todo lo veía bien, ¡funcionaba!. Fue tan fuerte el golpe, que me hundí en un valle de lágrimas, sintiendo como mi corazón se hacía añicos.

Doloroso verte pasar por mi lado, sin dirigirme la palabra, como si fuera invisible.

He llorado tanto, intentando comprender, sintiéndome culpable por lo ocurrido.

He tenido que huir para olvidarte y dejar de sufrir. Sé que has preguntado por mí, sin contactar conmigo. Me duele tanto esa actitud tuya, de mirar de soslayo para comprobar como estoy, y no te das cuenta, que mi corazón palpita esperándote, para volver a abrirse la herida porque sigues en tu negación.

Intento sacarte de mi mente, sin embargo, los recuerdos me persiguen. Las noches se hacen eternas y me abrazo para sentir ese calor que me dabas.

Quiero olvidarte, pero mi corazón no quiere sacarte. Desde mi cabeza le doy órdenes, pero no quiere escuchar.

Me he ido lejos de ti, y aquí estoy, dejando un rastro de rosas, con la esperanza de que lo sigas para volver a mi lado. Mi corazón quiere eso, mi mente me dice: "olvídalo, él nunca volverá"

Autora: Olga González Sobrín



martes, 2 de febrero de 2021

¿Qué hacer ante un corazón roto?

¿Qué haces cuando amas a alguien y no puedes estar con él?
¿Qué haces cuando tus pensamientos sólo son suyos?
¿Qué haces cuando no puedes dormir pensando en él?
Nadie se espera que amar sea así de difícil. Cuando crees encontrar a alguien que merece la pena, que deseas luchar por la relación, pero las circunstancias de la situación hace que uno de ellos se sienta presionado. No sirve de nada pelear, porque todo se convierte en un imposible.
Te enamoras con tal intensidad, que sientes que te falta el aire cuando no sabes de la otra persona. Tu cabeza empieza a imaginar cosas, y sí, te hace que tu vida diaria se desequilibre, que puedes llegar a enfermar.
Te implicas tanto que olvidas de tu propia existencia. Sientes dolor cuando compruebas que ya todo se acabó, que ambas vidas han iniciado distintos rumbos y no hay vuelta atrás.
Tu corazón está herido, se rompe, te sientes culpable porque crees que lo has acosado, o presionado, o quizás demasiado impulsiva, que haya hecho que se planteará que todo iba demasiado rápido. 
Te lo piensas y compruebas que puede ser cierto, pero para eso, existe el diálogo, porque es algo que se debe hacer entre adultos. No se puede uno esconder tras una cortina y escapar de ese error que se cree haber cometido. 
Realmente, cada ser viviente es un mundo, cada uno tiene su personalidad, que trabajándose se puede corregir, pero no podemos cambiar a nadie, ni obligar a que se te quiera, ni a tenerlo prisionero en una relación.
Hay muchas maneras de hacer frente a un problema, aunque los de corazón son tan profundos, tan diferentes en el sentir, que cuando vienes viviendo en una nube y te caes de golpe de ella, el castañazo es tan tremendo que todo se desmorona a tu alrededor. Buscas respuestas que no encuentras, vas descubriendo cosas que te hacen que tu herida se haga más grande. Al final, cuando compruebas que no hay solución, que tú lo amas pero ya no es correspondido, empiezas un proceso de sanación, pasando por momentos donde no cesa el lloro, es incontrolado. Canciones que te recuerdan a él, conversaciones que llegan a tus recuerdos, claves que teníamos en secreto, y empiezan tus lloros de nuevo. Quieres seguir con esa cura, pero sigues esperando un milagro que no llega, volviendo a herirte una vez más, por una esperanza que te queda en ese corazón roto.
Pasa el tiempo, sigues sin saber, te sientes más decaída. Entonces, decides huir, desaparecer e intentar olvidar algo que no puedes quitar de tu mente y corazón. Siempre está presente. La única solución es dejar pasar el tiempo, aprender a quererte, a no ser tan impulsiva, tan entregada sin ser correspondida en la misma medida.
Lo sigues amando, sigues esperando pero el silencio te dice que debes seguir tu camino sin esperarlo. Pensar que fue un sueño muy bonito mientras duró. 
Sólo queda olvidar, olvidar y olvidar.

Autora: Olga González Sobrín


 

Confinamiento

 Los días se hacían largos en aquella cuarentena sin fin. Todos los días misma rutina: levantarse, aseo, desayuno, las tareas de la casa, comida,... ¡ayyy, todo igual!

Pero algo cambió, él empezó a fijarse en mí. Me empezó a mirar desde su rincón, lo veía y me sonrojaba. Le preguntaba por qué me miraba así. Su contestación: una sonrisa.

Me fue dejando pétalos de rosa en los rincones de la casa, para que los siguiera. Me llevaban a él, donde era recibida con un tierno beso.

Otro día, se levantó antes de que yo despertara, me llevó el desayuno a la cama. ¡Qué rico, un chocolate! Me agarré a su cuello y lo besé.

Me venía a buscar a la cocina, me agarraba de la cintura, besaba mi nuca y me decía: ¡vamos a bailar! Y la cocina se convirtió en un gran salón de baile.

Las noches se nos hicieron eternas. Recuperamos la pasión. Llegó a rincones insospechados, me provocó tantos placeres que tenía dormidos.

Este confinamiento me ha devuelto al ser que tanto he amado, pero con más ternura y amor. Recuperé a mi marido, dimos vida de nuevo a este matrimonio.

Y para sorpresa nuestra,queremos seguir en nuestro confinamiento para disfrutar de nuestro despertar.

Dice un refrán que no hay mal que por bien no venga, y que razón tiene.

Amo a este hombre más que nunca. No quiero que esto acabe.



lunes, 1 de febrero de 2021

Desangrando el dolor

 Llevo tanto tiempo sufriendo, que mi cuerpo se ha ido llenando de veneno. Ha estado circulando por mis venas sin que nada lo frene. Contaminando hasta el punto de que me estaba ahogando, robándome la vida poco a poco.

Las noches se hacen interminables, con ese dolor que ha robado mi paz, y por el día, intento ocultar las huellas que arrastra mi cuerpo sin descanso.

Esta rara enfermedad que ha envenenado mi sangre, que me provoca llantos incontrolados, la falta de aire en mis pulmones y esa sensación de opresión en mi pecho.

He abierto una herida en mi brazo para que toda esa ponzoña salga y vuelva a recuperar a mi antigua yo. Mana de mi brazo, que recojo en mis manos para decirle mi último adiós.

Una despedida y una cura. Ese calor que baja por mi brazo que me llenó de amor en su momento, y ahora, recorría helando mi ser. Corre, dejándome libre de esta pena, aunque siempre estará en mi corazón.

Autora: Olga González Sobrín