sábado, 24 de octubre de 2020

El candado

¡Clic!, ha sonado un maravilloso sonido que nunca pensé oír, que ha liberado por fin mi corazón. ¡Sí, libre!

¡Clic!, sonido mágico que me ha devuelto la vida, a vivir nuevas ilusiones y sueños. Se ha terminado su encierro, esa pequeña agonía que estaba entre paredes gritando auxilio.

Ha empezado a latir con fuerza de nuevo, vuelve a correr esa sangre estancada, resurge como una gran primavera llena de color.

Ya veo la belleza que hay a mi alrededor, oigo el trinar de los pájaros, el movimiento de todo lo que está en mi entorno y ya me pueden ver.

¡Clic, qué maravilloso! Años de encierro, sintiendo culpabilidad, arrinconada, alejada del mundo. Dolores encerrados en un cascarón tan opaco, tan oscuro, tan frío, que nunca pensé recuperarme. Ahogada en su interior, ciega, cubierta con una venda, sin sentido de la realidad. Y hoy se ha liberado.

Sonrío ante un futuro que se me presenta, hoy difícil, pero sin miedo a iniciar esa nueva carrera a la libertad.

Sonrío al verme en el espejo, me gusta lo que veo reflejado, hay brillo en esa mirada. Ya no solo yo, mi corazón sonríe ante ese clic.

Sí, me la he ganado: mi libertad.


Autora: Olga González Sobrín




Ella

Ella, dueña de mi corazón, camina por la vida queriendo dejar su huella, y no sabe, que en mí ha dejado muchas desde que supe de su llegada.

Ella que se hizo notar desde el primer momento, llenándome de alegría, mientras crecía dentro de mí. Nueve meses de carreras al baño, de insufribles olores pero con su nacimiento se convirtieron en meros recuerdos.

Ella que desde aquel momento, gritó reclamando a su madre, con lloros y desesperación de encontrarse en mis brazos. Creciendo entre mis caricias y mimos. Viendo como se hacía mayor.

Ella que ha tenido que luchar por sentimientos encontrados, superar procesos que no tenía que haber vivido, pero la vida se presenta de una forma inesperada.

Ella camina dejando huella en su vida, cada vez más cerca a su mayoría de edad. Dejando atrás la niñez. Pisa con fuerza y yo la sigo.

Ella, que tiene grabado su nombre en mi pequeño corazón, junto a su hermano. Son los dueños, son los que han dejado huella en mi piel. Son mi fuerza y mi gran amor.

Ella, él, son mis tesoros.


Autora texto y fotografía: Olga González Sobrín





miércoles, 14 de octubre de 2020

El paseo marítimo

Como un deja vu, en aquella tarde fresca de otoño, un matrimonio recorría el paseo marítimo donde años atrás iniciaron su relación.

A su regreso, se cruzaron con una joven pareja recordándoles los inicios en su amor. La mujer se agarraba del brazo de su marido, sonriendo feliz al ver aquellos jóvenes que parecían ellos hace 50 años. 

Su conversación regresó a su juventud. Sus corazones latían con tanta fuerza recordando aquellos besos robados delante del mar, a los abrazos que avivan la llama de ese amor, a sueños de futuro e ilusiones compartidas.

Y así, han mantenido sus paseos a lo largo de sus años, primero como novios, después como matrimonio y con la llegada de su niña, su mayor tesoro, le enseñaron a amar el mar, a respetar la naturaleza, le demostraron día a día, lo que era enriquecer la vida familiar con el cariño, el amor, el respeto.

Fueron pasando los años, y ellos seguían yendo. Su hija se había ido, había formado su familia siendo ellos su mayor ejemplo de felicidad.

Han envejecido, sus cabellos canosos, su piel llena de arrugas y los achaques de la edad, pero nunca han perdido el romanticismo de su amor. Lo cultivaron desde su inicio, mimándolo, con gestos tan sencillos como un beso en su nuca, un abrazo a su cintura, una caricia, una bella palabra en su oído, una flor,... Crearon su mundo de sueño, formaron una bella familia y aquí siguen amándose cada día.

Se van abrazados, sonriendo, dejando atrás a aquella pareja, que antaño fueron ellos. Se detienen, se besan y echan una mirada atrás, todo parece empezar. Reanudan su marcha, más abrazados todavía y mañana volverán como lo han hecho toda su vida.


Autora: Olga González Sobrín


Dolor en la noche

Atada a su dolor, las noches se hacen largas en su pena, en compañía de sus lágrimas. Su corazón roto la llena de angustia, quitándole sus ganas de vivir, de seguir luchando. 

Él se fue dejándola sin explicaciones, sin opción a protestar. Levantó un muro ante ella incapaz de superar. Sus sueños e ilusiones se fueron con él.

En su mesita tiene su fotografía, están los dos, la está abrazando mientras la besa y no aguanta la visión. Llora ese desamor, esa traición inesperada. Su móvil está lleno de sus fotos, que la atormentan sin cesar, se castiga gratuitamente porque no sabe seguir.

Abrazada a su almohada quiere sentir de nuevo su calor, pero su fragancia ha desaparecido al igual que lo hizo él. Quiere ir a comprar su perfume para tener algo que lo recuerde pero sabe que eso le causará más frustración.

No cesan sus lloros, su infinito dolor, ha dejado de comer y se está alejando de todos, no quiere que la vean así. No sabe cómo seguir, se ahoga en su llanto y ese pinchazo en el corazón que tanto la daña no para.

Las noches son tan largas, tan llenas de silencio que solo oye a su cabeza que no quiere callar, la llena de recuerdos felices que la hacen llorar porque aquello ha finalizado y no volverá a suceder.

La vida no le trae ilusión, ya no hay más sueños, ella sólo desea desaparecer con su dolor, solamente su dolor.


Autora: Olga González Sobrín


Emprendiendo el vuelo

Por fin lo conseguí. He levantado vuelo, nadie me podrá detener. He cogido mi mochila y mi gran amor: "mi cámara de fotos". No hay quién me detenga.

Tengo un billete de ida pero sin fecha límite para la vuelta. Cumpliré mis sueños sin que me aten, he explotado y dicho "Basta ya".

Quiero perderme en la selva, caminar por esas sendas que los animales dejan a su paso, sentir el olor a verde y fotos para el recuerdo. Quiero ver esa familia de gorilas, convertirme en Jane Goodall y ser uno más. Quiero ver esas cascadas de aguas transparentes, meterme en ellas desnuda sin miradas criticantes.

Quiero volar por encima de las ciudades en las noches y guardar cada detalle de esas inmensas luces con mi cámara. Sentir la libertad con el aire envolviendome. Quiero llegar a las zonas más escondidas y mostrar su belleza.

Quiero llegar a los corazones de la gente, mostrar a través de sus vidas, la sencillez de la vida y la calidez del amor. Amor de madre a hijo cuando lo mima tras una caída, un abuelo abrazado por su nieto, una pareja en un banco sentada, agarrados de las manos mientras sus miradas hablan lo que dice su corazón. Quiero ese momento en la que una persona ayuda a otra, cuando todos a su alrededor lo ignoran. Quiero esa sonrisa hermosa que ilumina como el sol.

Quiero viajar sin freno, quiero conocer ese mundo maravilloso que tiene tanto que ofrecer, quiero llegar a ti y conquistar tu corazón.


Autora: Olga González Sobrín



Recuerdos

Cuando me encuentro sola mi mente no deja de viajar por el mundo de los recuerdos, esos que quedan grabados con fuego en tu corazón.

Recuerdas a aquel amigo que siempre estuvo para ti, que a mi llamada acudía como el rayo, y me cobijaba en sus brazos dándome ese cariño que necesitaba, esas palabras de consuelo que deseaba oír. Porque el mundo es cruel contigo cuando estás débil. Nunca me dejó decaer, siempre levantando mi cabeza, me quería fuerte. Pero la vida es tan injusta que se lo llevó de mi lado, dejando una huérfana en su camino.

Pero la vida me volvió a castigar, dejándome huérfana de verdad, de padre. Mi otro gran apoyo, mi pilar. Más dolor a mi corazón herido. Guardo todos los momentos vividos como oro en paño, unas veces sonrío, otras alguna lágrima se me escapa. Dejó un vacío en mi vida.

Y sigo recordando, pero a la mente vienen momentos tristes. ¡NO, SE ACABÓ!

Hay momentos felices, mis hijos, mi mayor alegría, mi sueño de ser madre. El amor, la amistad, la belleza de la naturaleza, todas las cosas bellas que te presenta la vida. Y me agarro a ellas y ahora ¡VIVO!

Por fin, he cambiado los horizontes, quiero ser feliz.


Autora: Olga González Sobrín




jueves, 1 de octubre de 2020

Ese dolor que me mata

Me siento a pensar qué ha ocurrido, qué es lo que cambió, porque si todo era perfecto cómo ahora hay tanta indiferencia. Mi corazón sufre en silencio una agonía que no puede gritar y, poco a poco, se ahoga sin saber reaccionar.

No entiendo ni comprendo el por qué jugó con un sentimiento como es el amor, por qué sus engaños para llevarme a un territorio tan peligroso como es ese motor que aviva el alma en su querer. 

Mis lágrimas recorren mi rostro que se esconde de miradas indiscretas ajenas a mi pena. Mis ojos empequeñecen en la tristeza, ya no tienen ese brillo especial cuando te miraban sonriendo felices, ansiando llegar a tus besos, a esos labios que tanto deseo.

Pienso en todos los momentos que hemos vivido, donde tú expresabas tu amor por mí y el futuro que nos esperaba juntos. ¡Una vida juntos!
¿Y qué ocurrió? Mi piel sigue sintiendo tus caricias en la distancia que nos ha separado pero no se olvidan. Tu mano agarrando la mía en nuestro caminar y ahora has soltado. Te confesé mis secretos, te entregué mi alma, mi corazón, mis te quiero llenaron tus oídos, mi pasión cubrió tu cuerpo, mi sentir por ti. 
Me dices que eres un alma libre que no se ata a nada, que no eres para mí, que llegará otro que me llenará y me hará feliz. Pero sigues sin entender que mi pasión y querer eres tú, que mi cuerpo solo reclama el tuyo, que estas lágrimas y dolor son por ti.
¿Por qué jugaste conmigo, por qué no fuiste más sincero o decir esa verdad? Yo no hubiera dejado que esto sucediera y simplemente hubiéramos sido amigos. No has visto que me enamoré. ¡Ay, sí, lo has visto! De ahí tu huída, tu lejanía de mí, esa indiferencia que me mata poco a poco y no dejo de pensar en ti.

Juré que no me volverían a hacer daño, que nadie más me engañaría y he vuelto a caer. ¿Por qué me dejo regar los oídos de esta manera? A veces, pienso que soy tonta por creer que su amor es verdadero. Pero sigo amándote, intento olvidarte aunque de mis pensamientos no sales. Las noches son terribles porque me vienen los recuerdos que hemos vivido y lloro en la soledad de mi habitación, deseando que un día se agote ese manantial que se niega a secarse. Dejaste claro que no hay futuro y tengo que seguir. Tengo una herida inmensa que tardará en cicatrizar sobre otras que cerraron en el tiempo y ésta parece abrir todas.

Lloro mi pesar y rezo que ésto pronto acabe, aunque mi querer no desea olvidar.
Te amaré siempre, en la distancia, en mi corazón.
 Es tu decisión y yo no te ataré.¡Vuela!¡Sé feliz!


Autora: Olga González Sobrín