Y llegó a él como una gran bendición, aquella bella mujer cuya mirada iluminaba cualquier habitación, cuya sonrisa derretía cualquier corazón.
Caminaba a su lado, acariciando sus dedos, agarrándola después firmemente.
A veces, lo envolvía en un abrazo, dándole un nuevo aliento en su lucha, que junto a la sonrisa, daba frescor a su vida.
Siempre con él, siempre su sombra, siempre estaba allí, ella llegó para ser su ángel, para ser su amor, para su amor, para enseñarle que la vida siempre será bella y apartarlo de la oscuridad.
Autora: Olga González Sobrín
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