A veces, la gente nos mira como si fuésemos bichos raros porque nos besamos en la boca, sin importar el lugar o quién esté presente. Son besos que salen de nuestro corazón. No entienden que la edad no importa. Da igual tener quince, veinte, treinta o cuarenta años, porque los sentimientos son los mismos.
Quien diga que el tiempo enfría el amor se equivoca. Nosotros somos ejemplo de ello, por eso, los incrédulos nos ven como bichos aros. Desde que nos conocimos, siempre hemos mantenido esa llama encendida.
Siempre nos hemos respetado, dialogando y tomando juntos las decisiones. Hemos buscado la felicidad del otro. Cuidamos los detalles por minúsculos que sean para mantener esa semilla y obtener el amor maduro que hoy tenemos.
Hemos creado un rincón para nosotros donde cultivamos toda la esencia del amor. Han pasado los años pero seguimos amándonos con la misma pasión.
¿Por qué tenemos que ocultarnos? No hacemos nada malo. Algunos matrimonios se rompen porque se les acaba esa chispa. Yo doy gracias a Dios por habernos unido y siempre le pido un día más a su lado. Y el día que me vaya, llevaré conmigo el amor que he recibido y me iré en paz esperando su llegada.
Autora: Olga González Sobrín
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