martes, 31 de marzo de 2020

Rescatada

Ahogada de la vida, sin ganas de luchar, tiré la toalla cuando no podía más.
Sumergida en la oscuridad de las aguas, él me sujeto, me agarró de la cintura y emergió conmigo. Yo me dejé llevar, y mientras subíamos a la superficie, notaba su corazón acelerado e imaginé su susto. 
Me llevó a la orilla, sus ojos lloraban, me empezó a besar el rostro y me dijo: "no estás sola, yo estoy contigo". Y yo no pude más y me eché a llorar en su regazo, me abrazó fuertemente, me besó con ternura.Ya no estoy sola, tú estás conmigo.


Autora: Olga González Sobrín

Desnuda en la noche

Desnuda en la noche espero tu llegada, en silencio te acercas a mí, con tus dedos recorres pis pies, subiendo por mis piernas, mis muslos, ... provocando que mi piel se erice. Me remuevo en sueños inquieta, mientras tú empiezas a besarme, recorres mi espalda, besas mi cuello y susurras al oído: "amor, estoy aquí".
Despierto con una sonrisa, me giro y me agarro a tu cuello, te beso con toda mi pasión, nos abrazamos y nuestros corazones empiezan a galopar, nuestras manos nos envuelven, los brazos, nuestros cuerpos se unen en un baile de pasión. 
La noche avanza y los juegos siguen hasta alcanzar el clímax, hasta que nuestros cuerpos yacen abrazados al amanecer.


Autora: Olga González Sobrín

domingo, 29 de marzo de 2020

Te oigo

Te oigo desde la lejanía, no necesito verte para sentir cada una de tus palabras que salen de tu alma y llegan a mí en tus cartas. Mi piel vibra con cada sílaba que leo, emocionándome ante la profundidad de su significado.
Leo y releo tus misivas sintiéndome la mujer más amada, cómo de grande es tu querer, que la noche es día y el día noche porque todo es irreal para mí, porque no podía imaginarme que tu querer fuera así, cómo me he convertido en tu razón de vivir.
Cierro los ojos y te veo frente a mí, con tu dulce mirada y esa sonrisa que me enamora. Veo que tu pecho sube y baja ansioso por acercarse a mí, y perdernos en nuestra realidad: la de dos personas que se aman pese a las distancias, con un proyecto de vida en común.
Tu presencia me llena de fortaleza, tu más leve contacto me hace evadirme de la realidad para viajar a un mundo de emociones cargadas de cariño. Solo tú provocas ese efecto en mí.
Gritaré mi "Sí" a los cuatro vientos y ellos te llevarán mis palabras, mis promesas de amor. Serán mis mensajeros en nuestra correspondencia de amor.
Mientras tanto, seguiré disfrutando de tus cartas, las llevaré junto a mi corazón porque es el lugar donde pertenecen.


Autora: Olga González Sobrín

viernes, 27 de marzo de 2020

Y por fin te conozco

Por fin nos conocemos, mi pequeño. No puedes imaginarte lo que llevamos vivido juntos, nueve meses donde solo has sido mío y ahora conocerás al resto de la familia.
Eres mi tesoro, un regalo de amor. El día que me dijeron que estaba embarazada, reí y lloré de alegría. Puse mis manos sobre mi barrig y ya te sentí dentro de mí. Han sido unos meses cargados de emociones a la vez que tú ibas creciendo.
Tus primeras patadas demostrando que estabas ahí, tus volteretas, tan inquieto.
Cuando escuché tu corazón por primera vez y miré la pantalla, fue tanta la emoción que sentí, que empecé a llorar. Y cuando me dijeron que eras un niño, mi futuro príncipe, mi pequeño guerrero, deseé con más fuerza tenerte entre mis brazos y ver tu carita.
Mi última recta fue interminable, con aquella panza tan grande que limitaba los movimientos. Paseaba hablándote, acariciando mi vientre. Nunca olvidaré nuestro tiempo juntos, la aventura de una vida nueva en mí.
Ya estás aquí, con tu grito has roto el silencio de la sala, por fin respiras fuera de mí. Te llevan para asearte y ver que estás bien. Yo me quedo esperándote, ansiosa por cogerte.
Ya estás conmigo, envuelto en una mantita te han dejado junto a mí.
¡Dios mío, qué bello eres! Me miras con unos ojos enormes, de un azul grisáceo. Te beso, te acurruco a mi lado para darte calor, admiro tus manitas tan pequeñas y tus ojitos que siguen observándome.
Me siento tan feliz, tan orgullosa de ser madre, que no puedo imaginar nada mejor. Hijo mío, jamás dejaré que nadie te haga daño, te protegeré con mi vida, te enseñaré a caminar, a disfrutar de las pequeñas cosas, a valorarlas. Estaré contigo siempre, incluso en la distancia. Te apoyaré en tus decisiones. Pero lo más importante es que todo lo haré desde el más entregado amor. Así te criaré.


Autora: Olga González Sobrín

jueves, 26 de marzo de 2020

Te agradezco

Todos los días agradezco que estés a mi lado, que me des tu amor y me cuides como lo haces. Despierto contigo a mi lado, envuelto en tu abrazo y cubierto de tus besos. Tu sonrisa es un rico manjar para mí, que alimenta mi alma y llena de paz mi vida.
Sigo tus pasos y me abrazo a ti, susurrándote cuánto te amo. Beso tus labios, tu cuello, tus manos. Toda tú eres hermosa para mí. Me acurruco a tu lado, sintiéndome protegido, me abrazas y soy tan feliz.
Herido como estaba, roto, perdido en un infierno, me has rescatado, curando cicatrices abiertas que no cerraban. Tu cariño, tu amor por mí, ha hecho renacer a aquella hombre olvidado como un buque en la niebla y he vuelto a brillar, a sentir la vida de nuevo, a amar.
Te miro con admiración, veo en ti a una mujer maravillosa que ha venido a mí desde lejos, con una maleta cargada de vivencias que me hubiera gustado vivir a su lado. Pero eso no pudo ser.Ahora nos hemos encontrado y duermo contigo con una paz que a veces, se interrumpe con pesadillas de miedo a perderte, me siento morir y grito tu nombre, y ahí estás para recogerme a tu lado y hacerme olvidar el mal sueño.
Rezo para que nuestro camino nos lleve lejos, cada día es un regalo, un recuerdo que guardo como un tesoro. Nuestros momentos hacerlos mágicos, buscando tu felicidad, pues, también será la mía.  Tu alegría es la mía, tu pena es la mía, porque todo lo que te suceda mi corazón lo padece. 


Autora: Olga González Sobrín

miércoles, 25 de marzo de 2020

La esperanza

Todo el año se lo pasaba trabajando en su taller, creando juegos de antaño para reunir a la familia en el salón. Venía observando desde hacía tiempo que el progreso distanciaba a las familias entre sí, manteniéndose encerrados en su pequeña pantalla, ajenos a quiénes los rodeaban.
Estaba preocupado por aquellos pequeños que sólo sabían pedir videojuegos de violencia, portátiles, teléfonos última generación, prendas de precios exagerados porque eso era la moda ahora. Estos niños estaban creciendo en un mundo de alto consumo, se volvían cada vez más egoístas sin pensar en las necesidades de los demás, primero eran ellos y después ellos. Se entristecía al pensar que olvidaban el sentimiento de la Navidad, todo se había convertido en consumismo y en destacar sobre los demás.
En su taller creaba hermosos trenes, coches, camiones, muñecas con sus casas, montaba bicicletas, patinetes, monopatines, hacia puzzles, barajas de cartas mágicas. Cada día se organizaba en las diferentes secciones de elaboración, cada cosa que fabricaba le daba su toque de amor. En sus descansos tomaba su tazón de chocolate, mientras repasaba la lista de los niños que habían hecho travesuras, comprobando que aumentaban cada año.
Triste, observaba el mundo en su ir y venir, sin rumbo a un buen fin. Se acercaba la fecha, veía mucho adorno, muchas luces pero dentro de sus corazones había un vacío que los ensombrecía.
Y decidió viajar, recorrer las ciudades y sembrar la esperanza, la amistad y el amor. Despertar a aquella gente de su letargo, de su frialdad.
En su aventura conoció a una muchacha que trabajaba para pagar sus estudios, como camarera en una cafetería. Tenía una sonrisa en su cara para todo el que entraba, el corazón más duro o la persona más quisquillosa terminaba por sonreír y salir con alegría de su local. Tenía un toque mágico con la clientela y era adorada por todos. Su vida era dura, alejada de su familia, sin horas libres para disfrutar, cuando salía de su trabajo iba a refugiarse en sus libros.
Ella no había pedido nada esta Navidad.
Se cruzó con unos niños que se burlaban de un pequeño, el pobre lloraba desconsolado hasta que llegaron dos muchachitos y se enfrentaron a ellos, estos cobardes huyeron. Se acercaron al pequeño, le preguntaron si estaba herido, al comprobar que estaba bien, lo acompañaron a su casa y le prometieron que le acompañarían siempre.
Tomó nota de los muchachos.
En un callejón, entre cajas, se encontraba un hombre que compartía un bocadillo con su perro. Se abrigaban con una manta en ese día helado. Y volvió a suceder, unas monjas se acercaron a él, después de hablar un rato, el hombre se fue con ellas a un albergue que dirigían. Le facilitaron ropa limpia, comida y cama para dormir y no se olvidaron de su perro, que también recibió cobijo.
Siguió su camino y observó por una ventana a una familia en su comedor, los niños se veían felices, la madre repartía la comida en sus platos pero no se servía a ella. Su mirada triste se posaba en ellos, sonriendo para no preocuparles. Su padre seguía en la calle buscando un trabajo para poder mantenerlos.
Horas antes, unas calles más allá, atracaron una tienda, aunque sólo quedó en un intento, un hombre les hizo frente y consiguió detenerlos. Hacía un instante que estaba hablando con el dueño para saber si tendría un trabajo, y aquella casualidad que pudo terminar mal, hizo que el dueño agradecido le diera un puesto en su empresa, porque quería tener a una persona así a su lado, que defendiera el negocio. Y allí se firmó su contrato, le pidió sensatez, que no arriesgase su vida de esa manera, aunque hoy agradeciera su valentía.
Corrió a su casa, entró al comedor feliz y su mujer comprendió que se había obrado el milagro.
Siguió recorriendo más ciudades, visitando aldeas, hasta que llegó la hora de volver a casa.
Se sentía feliz, con esperanza, el panorama no era tan negro como creía. Repartidas por el mundo había muchas personas de gran corazón, que compartían lo poco que tenían, que ofrecían una buena amistad, que te alentaban a seguir luchando.
Sintió la música dentro de su cuerpo, las campanillas sonaban, se acercaba la hora de surcar los cielos. Cargó su saco con todos los juguetes y lo metió en su trineo, donde los renos ya estaban preparados. Se subió y empezó la noche mágica, aterrizando en los tejados de las casas, bajando por las chimeneas y dejando aquellos regalos para la alegría de pequeños y grandes.
Para los niños la noche era larga, para él se le quedaba corta. Al amanecer regresó a su casa con su "Ho, Ho" tan famoso.
A la mañana siguiente, los vio despertar corriendo entusiasmados a buscar sus regalos, sus caras llenas de felicidad lo decían todo. Corrieron a vestirse para salir a la calle y disfrutar de sus juguetes.
No solo tuvieron regalos los pequeños, los mayores también, de diferente forma recibieron lo que ellos necesitaban.
Y se acomodó en su asiento, disfrutando de su tazón de chocolate y pensando en el próximo año, feliz y esperanzado.


Autora: Olga González Sobrín

martes, 24 de marzo de 2020

La transformación

Arrodillado en el suelo y bajo la Luna pidió ayuda a sus antepasados, para superar aquella prueba que le convertiría en hombre.
Todos los jóvenes de su tribu tenían que pasarla, era su transformación y luego celebraban una gran fiesta en su honor.
El hechicero había realizado sus cánticos y le había dado a tomar aquel amargo brebaje que le haría viajar y descubrir su tótem.
Y allí, sentado, con los ojos cerrados, escuchaba la música que el viento traía del poblado, estremeciéndose ante los sonidos de la noche, empezó a sentirse pesado como si la tierra lo atrajese y fuese a caerse en un pozo, envuelto en una oscuridad total.
Se sentía asustado, temeroso de esa negrura que le impedía ver nada, cuando de pronto, en su interior empezó a surgir un aullido. Y saltó fuera de aquel hoyo, corriendo veloz por el bosque, sintiendo el viento en su rostro y la tierra bajo sus pies. En su carrera hacia una libertad desconocida, apreciaba olores nuevos, su visión aumentaba, le ofrecía una percepción de las cosas lejanas como si próximas estuvieran.
Sus sentidos estaban tan desarrollados que apreciaba el más mínimo detalle que antes no observaba. En su carrera a tantos descubrimientos llegó a la montaña cubierta de nieve y no sintió frío, saltaba de una roca a otra con mucha agilidad. Emocionado siguió hasta la cumbre y allí con la mirada en la Luna, aulló tan fuerte que la gente en el poblado se asustó.
Cuando acabó con su grito, sintió que su cuerpo había vuelto al principio, arrodillado en la oscuridad. Abrió los ojos y frente a él había un enorme lobo gris, que lo observaba. Su corazón empezó a latir rápido, sin saber qué hacer, pero el lobo según vino, desapareció.
Levantándose se encaminó al poblado junto a los suyos, fue a la tienda del hechicero y le narró lo acontecido. Después de escuchar al muchacho, le pidió que le siguiera y lo presentó a su pueblo como hombre y le pintó las marcas de su tótem: el lobo gris.
Ante los gritos de bienvenida al nuevo hombre, celebraron con cánticos y bailes alrededor de la hoguera hasta el amanecer. El joven quedó atrás para convertirse en un hombre, en el hermano lobo.


Autora: Olga González Sobrín

lunes, 23 de marzo de 2020

Recuerdos del mar

Durante muchos años el mar nos mantuvo separados. Cuando embarcaba parte de mi corazón se quedaba en tierra, contigo. Las despedidas eran dolorosas entre abrazos y besos, lágrimas en nuestros ojos, prometiéndonos escribir pronto. En aquellas cartas que dejaba en cada puerto, como única unión a ti, te contaba mis anhelos, alegrías, tristezas y la emoción de que los días pasaban y quedaban menos para el reencuentro.
Recuerdo que en los descansos en la litera de mi camarote, con tus cartas sobre mi corazón y mi mirada perdida en tu foto, soñaba con tus labios y la calidez de tu piel.
En los días de tormenta, el mar embravecía y temía que el embate de las olas hiciera zozobrar el barco y ya no pudiera regresar a tu lado.
Ahora mis años en el mar han terminado. El tiempo y las dificultades no impidieron que nuestro amor aumentase. Tú siempre me esperabas en el puerto con tu hermosa sonrisa que iluminando cualquier día gris. Yo corría hacia a ti para reunirnos en un abrazo y sentir el hogar que tanto añoraba.
La vida no nos dio hijos, pero si un amor fuerte. Hoy te miro y mis sentimientos son iguales que ayer. Nos hemos llenado de canas y arrugas, pero tu sonrisa sigue iluminando mi día.
Mi dama, con qué delicadeza coses el botón de mi chaqueta. No quieres verme desarreglado, cuidas cada detalle en mí. No te puedes imaginar cómo mi corazón late por ti, cómo a mi edad me enloqueces con solo verte, cómo tu perfume me embriaga.
He viajado, he visto mucho mundo pero nunca he sido tan feliz como lo soy en nuestro hogar, al que siempre regresé para sentir tu calor.



Autora: Olga González Sobrín

domingo, 22 de marzo de 2020

Siempre contigo

No te preocupes, mi niña. Siempre he estado contigo, te vi nacer, tus primeros pasos, las primeras palabras, tu entrada al cole, no te puedes imaginar como lloré ese día. ¡Te hacías tan mayor!
He estado en cada paso que has dado en tu vida, unas veces en la sombra protegiéndote, otras para animarte en todas  tus aventuras. Desde mi experiencia te he aconsejado, a veces, oponiéndome a tu madre. He permanecido a tu lado para ayudarte a ser la mujer valiente que eres, a que pienses por ti sola, a que sepas sobrevivir si te quedaras sola.
Estoy orgullosa de ti, en lo que te has convertido, tienes unos valores que son inmunes a esta sociedad tan perdida. Tu corazón es tan enorme que no entiendo cómo cabe en tu pecho. Tus amigos te aprecian tanto que siempre estarán ahí para ti.
Orgullosa de lo mujer que eres, pues desde pequeña marcaste tus metas y has luchado por ellas. Has nacido para triunfar, no solo eres un rostro bello sino que tu interior brilla mucho más. No dejes que nadie apague tu luz, estás destinada para grandes cosas y nadie podrá evitarlo.
Y sin un día ya no estoy físicamente a tu lado, búscame en tu corazón y en tu mente. En ellos me encontrarás.


Autora: Olga González Sobrín

sábado, 21 de marzo de 2020

Rezos a la luna

Le rezó noche tras noche a la Luna para que le concediera aquel único deseo.
Cansada de su soledad en el bosque, yendo de flor en flor, junto a la compañía de sus hermanas que no la llenaban, se sentía triste.
Hacía tiempo que soñaba con él, nunca le veía su cara porque una especie de niebla la tapaba, pero sus manos cuando la agarraban la hacían estremecer. Juntos recorrían el bosque bajo los trinos de los pájaros, las mariposas a su alrededor, una magia envolvente que los hacía brillar. Estaba enamorada, sentía cosquilleos en su estómago, risitas tontas cuando estaba junto a él. 
Llevaba mal el despertar al comprobar que todo era un sueño. Y estaba enfermando.
Así fue como empezó a rogarle a la Luna que le diese un compañero para ser feliz, que en sus sueños había encontrado el amor y su corazón se moría poco a poco al despertar sin él.
Fue tanto su ruego y el verla sufrir que le concedió el honor de poder ver nacer a su amor. La llevó a una zona del bosque, ante una grande y hermosa flor que brillaba bajo los rayos de la Luna como si estuviera recubierta de diamantes. Le dijo que la cuidara con todo su amor. En ello se basaría la magia para obtener su deseo. Emocionada se acercó a la flor y la envolvió en un abrazo, una lágrima cayó sobre sus pétalos que al instante se abrieron dando lugar a un huevo. La Luna le sonrió, sonrisa que ella devolvió. Su regalo estaba ahí.
Con todo su amor cuidó el huevo, lo mimaba, le hablaba desde su corazón y, cuando su oreja apoyaba en su cascarón, oía su latido. Le confesó sus sueños, lo que le hacía sentir, deseaba poder verle la cara y acariciar su rostro por primera vez.
Si hacía frío, lo abrigaba, si había calor le daba sombra, lo aseaba como si de un bebé fuera, mil cuidados con todo su cariño. Y en las noches, la Luna con su magia lo bañaba con sus rayos. Estaba próximo su nacimiento. El hada había cumplido su parte y su constancia, su amor, obraría su milagro.
Por fin el cascarón se rompió ante la mirada de ambas, descubriendo lo que había en su interior. Con un bostezo despertó de su letargo, su cuerpo desnudo temblaba por el frío que sentía. Ella se acercó a su lado y lo envolvió con su capa para abrigarlo. Se miraron a los ojos, sonrieron y se estrecharon en un abrazo por ese encuentro tan esperado. Sintieron que se conocían, que ambos se pertenecían.
Por fin vio su rostro, bello en su totalidad, unos ojos dulces y brillantes y la más hermosa sonrisa que iluminaba toda su cara. Acarició sus mejillas, tan cálidas en sus sueños, pero esta vez hechos realidad.
La Luna los siguió desde el cielo, iluminando su camino, feliz por aquellos amantes que caminaban hacia su hogar. Su bendición los acompañaría el resto de sus vidas.


Autora: Olga González Sobrín

viernes, 20 de marzo de 2020

A través del cristal

Es de noche y a través del cristal veo la ciudad con sus luces. Imagino las historias que se pueden encontrar fuera de esta ventana. Veo otros edificios e intento imaginar qué hay detrás de las ventanas, quién vive en su interior. Y sueño despierto con la joven del edificio gris, en cuya vivienda brilla el color, la veo mimando sus plantas mientras sonríe. Veo al joven escritor del pequeño apartamento, sentado a su mesa frente a su máquina de escribir, unos días entusiasmado sin dejar de teclear. Otros lo veo dar vueltas, mientras se pasa la mano por su cabello. La inspiración juega con él pero estoy seguro que escribirá una gran obra.
Hay una pareja en la casa roja, son jóvenes, llenos de alegría. Han iniciado una vida y están amueblando su hogar.
En otro piso hay un hombre mayor. Está triste, lo veo caminar como un sonámbulo. Su mujer falleció.
También veo en aquella casa a unos niños que juegan con las almohadas, una batalla antes de dormir.
¡Hay tantas las historias tras las ventanas!
 A veces, durante el día, la gente camina por las calles, absorta en sus móviles caminan como zombis cuyo destino son los lugares de trabajo. Nadie se fija con quién se cruza, ni en los rincones donde personas ruegan por una pequeña limosna. Todos parecen máquinas sin sentimientos, ajenos a las penurias que hay a su alrededor. Qué bello sería una sonrisa, un saludo al cruzarnos, o escuchar al compañero que te quiere hablar, ver con los ojos del alma todo lo que acontece alrededor, detenerse y ayudar a quién lo necesita.
¿No sería éste un mundo mejor?


Autora: Olga González Sobrín

jueves, 19 de marzo de 2020

El recuerdo de cada Navidad

Cada Navidad que llega me recuerda que ya no estás, me entristece ver tu hueco vacío en la mesa y añoro las historias que relatabas cargadas de magia.
A día de hoy sigo creyendo que eras Papá Noel, tu melena y barbas blancas, tu olor a chocolate y siempre tan dulce con todos. Me creía la niña más afortunada del planeta. ¡Santa era mi abuelo! Vivía con él y me sentía tan orgullosa de saber que a todos hacía felices.
Cuando éramos pequeños, todos los niños de la vecindad venían a casa en la Navidad, hacía cola frente a la puerta con su carta en la mano. Era todo tan mágico que en el pueblo nadie desmintió aquella ilusión porque sabían que mi abuelo era un hombre de gran corazón.
Todos aquellos niños pasaron por el regazo de mi abuelo, charlaban sobre cómo se habían portado durante el año. Les preguntaba qué deseaban y se despedían con un abrazo o un tierno beso y un bastoncillo de caramelo.
Miraba a mi abuelo con tanta admiración, lo quería tanto, que cuando me cogía en su regazo y me acurrucaba en su pecho para contarme hermosas historias, era la niña más feliz.
Todos los días eran Navidad para mí, todo era mágico a su alrededor. Tenía la dicha de conocer la felicidad en los pequeños detalles. Él me lo enseñó.
¡Cómo te añoro abuelo, cómo te echo en falta! Nunca pensé que te irías porque Santa siempre vive, y sé que me explicaste que esto sucedería aunque siempre permanecerías en mi corazón.
Sí, querido abuelo. Siempre estarás en mi corazón. Nunca te olvidaré, al igual que todo el mundo aquí te tiene en los suyos, que llenaste de magia todas las Navidades a todos aquellos niños.
Han quedado grabados en mi memoria, los mejores recuerdos que me acompañaran toda mi vida. Te quiero, abuelo.


Autora: Olga González Sobrín

Cosiendo rotos

Aquí estoy cosiendo cada roto que me ha hecho la vida. Intento unir aquello que me ha hecho pedazos. Y en cada lazada dejo un recuerdo sellado para que no me haga más daño.
Cuando tomo la aguja y decido que hoy toca coser, me pincho provocando la salida de una gota de sangre que fue tóxica para mí. Y siento como la pena me envuelve como un velo de niebla. Me centro en la tela, mientras la aguja cruza tirando del hilo, uniendo ese nuevo pedazo, y deseando que la costura sea más fuerte.
Cuando acabo la labor me miro en el espejo, que sólo muestra el reflejo de las cicatrices. Me golpeo fuerte, queriendo olvidar cada mentira, cada traición que ella hizo en mí. ¿Cómo una sola mujer ha conseguido hundirme en tal oscuridad?
Un golpe por cada cruel recuerdo que tengo de ella, por cada ilusión que destrozó, por la mísera vida que tengo por su infinita maldad.
Y por más que intento coser los rotos, difuminar las cicatrices, no consigo olvidar. Me queda la esperanza de que un día, pueda volver a recuperar aquel corazón, tan lleno de vida y cargado de ilusión.


Autora: Olga González Sobrín

martes, 10 de marzo de 2020

Maquillando a la muerte

Juegas con la muerte maquillándola, sin saber que ella tiene un rostro diferente para cada persona.
No entiendes que ella es ajena a cualquier sufrimiento que puedas tener, no tiene la culpa de que la enfermedad te haga caer en oscuros pensamientos.Le hablas creyendo que te aliviará el dolor, que con tus mimos la alejaras de ti. 
Todos tenemos miedo a su rostro, y son variadas e imprevisibles las formas en que llega.
Perdona si te hago daño con lo que te cuento, pero te repito que ella no es la culpable. 
Todos tenemos un final. La muerte te viene a recoger cuando has soltado tu último suspiro, ella te acompañará y te llevará hacia una paz que hará que olvides todo lo que has sufrido terrenalmente.
Deja de maquillarla, no tengas miedo, no pienses en ella. Cuando ella llegue a buscarte tu alma se sentirá tan aliviada que tus terrores habrás olvidado, te llevará con los tuyos y olvidarás todo lo sufrido.
Y ahora, déjame estar a tu lado, déjame que te cuide, no te dejaré sola.


Autora: Olga González Sobrín

La Navidad de George

Eran sus segundas navidades aunque podríamos decir que serían las primeras que realmente viviría. Subieron las cajas con los adornos y el pino. El niño aplaudía y gritaba todo emocionado lanzándose sobre ellas, su cara era un poema lleno de emociones, enterraba sus manitas entre cintas y bolas, las cogía y las lanzaba riéndose sin parar. Aquellas cosas que brillaban le atraían tanto que no se movía del lado de las cajas.
Adornaron el pino con su ayuda, en la casa sonaba música navideña, él corría de un lado a otro todo feliz. Decoraron el resto de la casa con él correteando entre sus piernas, sus ojos no salían de su asombro ante toda aquella atmósfera que se respiraba.
Y sus sorpresas no quedaron ahí. Cuando lo abrigaron y salieron fuera a pesar de la negativa del pequeño, que quería permanecer dentro, sus padres le sorprendieron de nuevo, vaciando las cajas con más cosas brillantes que le hicieron olvidar su rabieta.
Decoraron la fachada con luces de colores y adornaron la puerta. El pequeño George se sentó en la escalera, admirando y experimentando con todo aquello.
Cuando llegó la noche, encendieron las luces ante la maravillada mirada de George. Y para que sintiera más el espíritu navideño, decidieron recorrer las calles de la ciudad, todas iluminadas, con aquellos escaparates llenos de adornos y figuras, que hacían la noche mágica para é. Y esto sólo fue el comienzo de la magia de la Navidad para George.


Autora: Olga González Sobrín

viernes, 6 de marzo de 2020

Atrapado en la red del amor

No sé qué me ocurre. Nunca sentí lo que siento ahora. Nunca imaginé que existiera un amor así. Cierro los ojos y te veo, me acuesto y me levanto contigo en mis pensamientos, siento tu presencia en cualquier rincón de la casa.
Tengo miedo a que todo sea un sueño y despertar en una realidad diferente. Miedo a que un día dejes de quererme.
Tu presencia me llena de paz, nunca antes alcanzada. A tu lado soy el hombre más dichoso de la Tierra. Me resulta difícil explicar lo que siento porque nunca he tenido a alguien a mi lado que se desviva por mi, que lo da todo a cambio de amor. ¡Sólo me pides amor y compañía!
¿Cómo no estar agradecido si llenas mi vida de alegría? Me siento como un niño con tus cuidados, haces de cada día una vivencia nueva cargada de sorpresas, de cariño y ternura.
Cuando no estás, me siento atrapado. Paseo por la casa con el corazón triste, buscando tu esencia, sonriendo ante tus fotos. 
Y a Dios agradezco todos los días que te haya puesto en mi camino.


Autora: Olga González Sobrín

Amigos para toda la vida

- ¡Hola Rosa! Creí que no ibas a venir. Me he escapado como siempre para verte. No sé qué les pasa a los mayores, me tratan de una forma rara, están muy tristes. Y mamá lleva todo el día llorando, intentando esconderse para que no la vea así. Me abraza y me dice que me quiere mucho.
Ayer y hoy quise ir a buscarte para ir a jugar pero no me dejaban. No saben que he ido a tu casa pero nadie me abrió. No estabas.
- No te preocupes, Toni. Yo siempre vendré a verte cuando tú quieras. Somos amigos para toda la vida. Y ahora juguemos un rato.
La tarde corría y Toni cansado se despidió de su amiga Rosa hasta la tarde próxima.
La mañana se hacía eterna, miraba el reloj para irse a jugar con su amiga.
Aunque era pequeño, comprendía que algo ocurría, su mamá se la veía triste. Se abrazó a ella y le dijo cuanto la quería. Le apretó tan fuerte que tuvo que quejarse para que le soltara.
Le dijo que salía a jugar con Rosa, que habían quedado ayer. Ante su sorpresa, la mamá empezó a llorar más y lo abrazó contra su pecho. Le habló que su amiga que se había puesto malita y se había ido al cielo. Le grité que era mentira, que estuve con ella ayer, que jugamos juntos. Pero no me creía y me escapé.
-Rosa, mamá se ha vuelto loca, me dice que te has ido pero ¡estás aquí! He venido corriendo con tanto miedo de que fuera cierto, que te fueras sin mí. Eres mi mejor amiga y hemos jurado que para toda la vida. No entiendo porqué me ha querido engañar haciéndome tanto daño. Tienes que venir conmigo para demostrarle que es mentira.
Rosa se puso triste, me agarró la mano y me miró.
- Toni, es cierto lo que ha dicho tu mamá. Pero no me iré de tu lado, estaré siempre contigo. Nadie me puede ver excepto tú. Todo es diferente, no tengo ni frío ni calor, no tengo miedo a nada, ni a la noche. Sólo estoy triste por mis papás, no cesan de llorar, me acerco a ellos y les digo que estoy bien pero no me oyen. No sé como explicarles que no se preocupen. ¿Puedes ayudarme tú?
Juntos se dirigieron a su casa, llamaron a la puerta y abrió su papá, que al ver al amiguito de su hija, se derrumbó y empezó a llorar. Toni se abrazó a él y en esto, salió la madre, no pudo contener las lágrimas y se unió a ellos. Cuando se soltaron, Toni les habló de Rosa, que estaba con él, que estaba triste por verlos así, que no sentía dolor; incrédulos ante sus palabras, le regañaron, pero él les contó cosas que sólo ellos sabían, cosas que habían hecho y nadie estaba. Allí empezaron a creer, su rostro se iluminó de paz, aunque su dolor por la pérdida los acompañaría el resto de su vida. El saber que estaba bien y los cuidaba, alivió su pena.
Toni se despidió de ellos y se fue con Rosa a jugar. Día tras día, se reunieron, nunca fallaron a la cita. Su niñez transcurrió así.
Pero según iba creciendo, haciéndose más mayor, la magia aquella que tenían se fue desvaneciendo. Hizo otros amigos, tuvo otras batallas, se enamoró, se casó. Aunque ella siempre estuvo a su lado manteniéndose en su promesa. Lo visitó siempre en sus sueños y por muchos años que cumpliera, en ellos siempre eran niños.
Rosa veló por él, se convirtió en su ángel guardián y como una sombra se mantuvo a su lado. Y Toni lo sabía, la sentía, no sabía explicarlo pero ella estaba allí, manteniendo su promesa hasta el final de su vida.


Autora: Olga González Sobrín