Caí al mundo de los sueños de aquel lugar extraño, donde las cosas que me rodeaban me eran tan desconocidas y ajenas, que corría de un lugar a otro sin saber por qué, solo quería salir de ese umbral tan oscuro para mí. Sentía que me faltaba el aire, opresión en mi pecho y me sentía desfallecer, hasta que de golpe, me sentía caer al vacío y mi corazón galopaba velozmente, en ese momento despertaba y mi corazón latía con tal fuerza que temía que se escapara de mi pecho.
En la oscuridad de la habitación, amedrentada por aquel sueño, intentando calmarme, oí una cálida respiración a mi lado que me recordó que no estaba sola.
Me acurruqué a su lado sintiendo su calor, aspire profundamente su calor, aspire profundamente su olor y la calma volvió a mí. Me acerque más a él, mi mano se deslizó por el brazo, subiendo al hombro, su cuello, su rostro. Me incliné sobre su cabeza y besé su cabello, busqué la mejilla y seguí besando.
Un murmullo brotó de aquellos labios, palabras que me hicieron sonreír, mi corazón ahora latía feliz.
Se giró y me envolvió en un abrazo protegiéndome de cualquier pesadilla que quisiera penetrar en mi sueño, actuando como una coraza.
Mis ojos se cerraron de nuevo, mi respiración acompañó la suya, y me dejé llevar a un mundo lleno de vida y color, la brisa me envolvía y volaba feliz recorriendo hermosos parajes, libre y en paz.
Acurrucada entre aquellos brazos solo encontré la paz, el amor y la pasión que siempre me acompañaría. Solo su presencia hacía de mí una nueva mujer, su centro del universo, pues, el amor que me profesa jamás creí conocer. Su mirada, sus caricias, su voz penetrando en mis oídos hacen de mí la felicidad.
Solo sus brazos me mantendrán alejada de pesadillas y me colmarán de amor. Mis pesadillas se difuminaran para dar brillo a la libertad, paz, armonía de soñar junto al ser amado.
Y por fin, duermo, junto a él en esas cálidas sábanas que nos envuelven, en las que noche tras noche, da juego el amor.
Autora: Olga González Sobrín
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