jueves, 19 de marzo de 2020

El recuerdo de cada Navidad

Cada Navidad que llega me recuerda que ya no estás, me entristece ver tu hueco vacío en la mesa y añoro las historias que relatabas cargadas de magia.
A día de hoy sigo creyendo que eras Papá Noel, tu melena y barbas blancas, tu olor a chocolate y siempre tan dulce con todos. Me creía la niña más afortunada del planeta. ¡Santa era mi abuelo! Vivía con él y me sentía tan orgullosa de saber que a todos hacía felices.
Cuando éramos pequeños, todos los niños de la vecindad venían a casa en la Navidad, hacía cola frente a la puerta con su carta en la mano. Era todo tan mágico que en el pueblo nadie desmintió aquella ilusión porque sabían que mi abuelo era un hombre de gran corazón.
Todos aquellos niños pasaron por el regazo de mi abuelo, charlaban sobre cómo se habían portado durante el año. Les preguntaba qué deseaban y se despedían con un abrazo o un tierno beso y un bastoncillo de caramelo.
Miraba a mi abuelo con tanta admiración, lo quería tanto, que cuando me cogía en su regazo y me acurrucaba en su pecho para contarme hermosas historias, era la niña más feliz.
Todos los días eran Navidad para mí, todo era mágico a su alrededor. Tenía la dicha de conocer la felicidad en los pequeños detalles. Él me lo enseñó.
¡Cómo te añoro abuelo, cómo te echo en falta! Nunca pensé que te irías porque Santa siempre vive, y sé que me explicaste que esto sucedería aunque siempre permanecerías en mi corazón.
Sí, querido abuelo. Siempre estarás en mi corazón. Nunca te olvidaré, al igual que todo el mundo aquí te tiene en los suyos, que llenaste de magia todas las Navidades a todos aquellos niños.
Han quedado grabados en mi memoria, los mejores recuerdos que me acompañaran toda mi vida. Te quiero, abuelo.


Autora: Olga González Sobrín

No hay comentarios:

Publicar un comentario