Llevo tanto tiempo sufriendo, que mi cuerpo se ha ido llenando de veneno. Ha estado circulando por mis venas sin que nada lo frene. Contaminando hasta el punto de que me estaba ahogando, robándome la vida poco a poco.
Las noches se hacen interminables, con ese dolor que ha robado mi paz, y por el día, intento ocultar las huellas que arrastra mi cuerpo sin descanso.
Esta rara enfermedad que ha envenenado mi sangre, que me provoca llantos incontrolados, la falta de aire en mis pulmones y esa sensación de opresión en mi pecho.
He abierto una herida en mi brazo para que toda esa ponzoña salga y vuelva a recuperar a mi antigua yo. Mana de mi brazo, que recojo en mis manos para decirle mi último adiós.
Una despedida y una cura. Ese calor que baja por mi brazo que me llenó de amor en su momento, y ahora, recorría helando mi ser. Corre, dejándome libre de esta pena, aunque siempre estará en mi corazón.
Autora: Olga González Sobrín
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