Me siento a pensar qué ha ocurrido, qué es lo que cambió, porque si todo era perfecto cómo ahora hay tanta indiferencia. Mi corazón sufre en silencio una agonía que no puede gritar y, poco a poco, se ahoga sin saber reaccionar.
No entiendo ni comprendo el por qué jugó con un sentimiento como es el amor, por qué sus engaños para llevarme a un territorio tan peligroso como es ese motor que aviva el alma en su querer.
Mis lágrimas recorren mi rostro que se esconde de miradas indiscretas ajenas a mi pena. Mis ojos empequeñecen en la tristeza, ya no tienen ese brillo especial cuando te miraban sonriendo felices, ansiando llegar a tus besos, a esos labios que tanto deseo.
Pienso en todos los momentos que hemos vivido, donde tú expresabas tu amor por mí y el futuro que nos esperaba juntos. ¡Una vida juntos!
¿Y qué ocurrió? Mi piel sigue sintiendo tus caricias en la distancia que nos ha separado pero no se olvidan. Tu mano agarrando la mía en nuestro caminar y ahora has soltado. Te confesé mis secretos, te entregué mi alma, mi corazón, mis te quiero llenaron tus oídos, mi pasión cubrió tu cuerpo, mi sentir por ti.
Me dices que eres un alma libre que no se ata a nada, que no eres para mí, que llegará otro que me llenará y me hará feliz. Pero sigues sin entender que mi pasión y querer eres tú, que mi cuerpo solo reclama el tuyo, que estas lágrimas y dolor son por ti.
¿Por qué jugaste conmigo, por qué no fuiste más sincero o decir esa verdad? Yo no hubiera dejado que esto sucediera y simplemente hubiéramos sido amigos. No has visto que me enamoré. ¡Ay, sí, lo has visto! De ahí tu huída, tu lejanía de mí, esa indiferencia que me mata poco a poco y no dejo de pensar en ti.
Juré que no me volverían a hacer daño, que nadie más me engañaría y he vuelto a caer. ¿Por qué me dejo regar los oídos de esta manera? A veces, pienso que soy tonta por creer que su amor es verdadero. Pero sigo amándote, intento olvidarte aunque de mis pensamientos no sales. Las noches son terribles porque me vienen los recuerdos que hemos vivido y lloro en la soledad de mi habitación, deseando que un día se agote ese manantial que se niega a secarse. Dejaste claro que no hay futuro y tengo que seguir. Tengo una herida inmensa que tardará en cicatrizar sobre otras que cerraron en el tiempo y ésta parece abrir todas.
Lloro mi pesar y rezo que ésto pronto acabe, aunque mi querer no desea olvidar.
Te amaré siempre, en la distancia, en mi corazón.
Es tu decisión y yo no te ataré.¡Vuela!¡Sé feliz!
Autora: Olga González Sobrín