Eres mi rosa tan hermosa que mi corazón cautivó. Tu fragancia la llevo permanente, tu belleza en mis ojos, tu cuerpo: mi trono.
Pero esas espinas que se clavan cuando no llego a ti, cuando quiero tocarte y no puedo, cuando deseo tus besos y estás tan lejos.
Cada una de ellas, me recuerdan cosas pasadas, que me llenan de miedos y temores, quizá, sufrir de nuevo una tempestad.
Cierro los ojos y percibo tu aura, y sé que no es falsa, que no engaña. Me cautivas, me provoca, me llenas aquellos huecos que estaban vacíos.
Te recojo con delicadeza, te acaricio y te traigo a mi corazón que es donde perteneces. Ya no hay pinchos, ya no hay heridas, solo tú, mi belleza.
Autora: Olga González Sobrín
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