viernes, 26 de junio de 2020

La maniquí del escaparate

Todas las noches el hombre se detenía frente al mismo escaparate, se había enamorado de una maniquí. Le contaba como había transcurrido el día, los lugares que había visitado, que restaurante estaba de moda o quién había sido detenido. Ella lo escuchaba detenidamente.
Todas las noches ellos tenían su cita, no fallaba, siempre a la misma hora. Empezaba con un "Buenas noches mi Dama. ¡Qué bella está usted hoy!" y seguía contándole lo mucho que la extrañaba, que no podía olvidar su sonrisa y su mirada, las cuales lo acompañaban durante el día.
Todas las noches se le declaraba y planeaba una vida, como sería despertar juntos, el desayunar por la mañana, el beso en su salida hacia el trabajo. Hablaba y soñaba delante de aquel cristal que los separaba pero no evitaba el amor que sentía por ella.
Todas las noches puntual a la cita, admiraba su belleza, su bella figura, su saber estar y la promesa de que el día que estarían juntos estaba cerca, tanto, que ya respiraba su perfume, que ya sentía su cálida piel con el roce de su mano.
Y una noche, él ya no se presentó frente al escaparate, su hueco quedó vacío. Ya no se oían sus palabras, ni sus suspiros por ella. Pero al otro lado del escaparate el maniquí tampoco estaba.
Por fin, fiel a su promesa, ambos huyeron hacia la felicidad prometida, no miraron atrás. Juntos desaparecieron por las oscuras calles de la ciudad, persiguiendo su sueño.



Autora: Olga González Sobrín

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