martes, 7 de abril de 2020

Truenos en el cielo

Los truenos estallaron en el cielo cubierto de nubes grises atravesadas por rayos, la atmósfera estaba cargada de una electricidad extraña. No caía lluvia alguna, ni granizo ni nevada. La oscuridad blindaba esa cúpula que nos separaba de los rayos del sol.
El ruido era tan ensordecedor que por mucho que nos tapásemos los oídos se escuchaba. Los cristales de las ventanas temblaban, las paredes parecían vibrar. 

La gente, en su casa, se abrazaba y refugiaba en un rincón. Nadie sabía que ocurría.
Por encima de aquellas nubes se llevaba a cabo una batalla entre ángeles, a consecuencia de un hecho insólito que había acontecido.
Un ángel se había enamorado de una mortal, él había sido su protector desde que era pequeña, siempre estuvo a su lado dentro de su invisibilidad. Hasta que un día rompió la regla y empezó a dejarse ver. La conocía tan profundamente que con una sola mirada sabía cuál era su estado de ser. Su bondad y ternura fue dejando huella en su corazón. Sí, ellos tienen corazón, se alegran cuando somos felices y se entristecen cuando sufrimos.
Necesitaba estar cerca de ella, protegerla y desde su alma, amarla. Y llegaron los encuentros casuales, quizás su aura la atrajera, quizás el amor que desprendía... Fuese lo que fuese, surgió el amor entre ambos.
Ajenos a los rumores que circulaban por el cielo, ellos proseguían con su historia de amor.
Y llegó el día en que la verdad saldría a la luz. Él le contó quién era, que le perdonara su engaño, que confiara en su amor. 

Decidió volver arriba pero esta vez con ella, surcó los cielos llevándola en sus brazos. Ningún mortal podía entrar allí y poner todo aquello en peligro.
Les estaban esperando, enojados y defraudados. Reproches recorrían el cielo, que en nuestros oídos eran truenos. Se movían airados de un lado a otro, descargando rayos de luz, sus alas se abrían y cerraban, sus miedos y desconfianzas hacían temer sobre su futuro.
Se lanzaron sobre él para hacerlo prisionero, ajenos a la muchacha que temblaba de terror. Ella lloraba y suplicaba su perdón, que solamente surgió sin querer el amor entre los dos. Rogaba sin ser escuchada, entre aquel revoloteo de alas. Hasta que una brecha se abrió bajo sus pies, cayó ante la atónita mirada de aquellos seres celestiales. Con ojos asustados caía a la tierra, mientras se alejaba de ellos.
Su ángel viendo lo ocurrido, se soltó de sus opresores y voló velozmente hacia ella, atrapándola en sus brazos. Y se elevó de nuevo hacia sus hermanos.
La dejo a un lado y se aproximó a ellos, llorando les imploró el perdón de ambos. Ellos estaban llenos de amor y no había nadie mejor que pudiera comprender lo que ellos sentían. Dejaría sus alas y se volvería mortal. Ellos tenían el poder de otorgarle, podían borrar sus recuerdos y dejarlos en la tierra como una pareja más. Se reunieron a parte, la atmósfera se hizo más respirable, los nubarrones estaban dejando paso a un cielo azul. Tras un largo debate, uno a uno, besaron la frente del ángel, por cada beso una pluma se caía, hasta que con el último perdió sus alas. Se despidieron de su hermano, le dieron su bendición.
El cielo se había vuelto de un azul muy intenso, brillaba. Y por la calle, iba caminando una pareja abrazada, sonrientes, planeando un futuro en común. Envueltos en un aura de amor. La gente les observaba al cruzarse, no sabían que era pero transmitían una paz celestial.
Vivieron felices, tuvieron hijos que les dieron nietos, y su amor pasó a las siguientes generaciones. Nunca recordó quiénes fueron, ni tampoco lo que sucedió aquel día. Pero nunca estuvieron solos porque un hermano veló por ellos.


Autora: Olga González Sobrín

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