En una noche de verano, de estas que cae una pequeña tormenta para refrescarlo todo, paseaban en la noche una pareja abrazada bajo un paraguas. Bajo las farolas, caminaban agarrados, susurrándose dulces palabras al oído. De vez en cuando, se detenían y ella se abrazaba a su cuello, él la agarraba la cintura, y sus labios se rozaban, sus latidos se aceleraban, y esos abrazos más apretaban, la pasión recorría todos los poros de su piel, ese sentimiento tan fuerte llamado amor.
La noche les acompañaba en su paseo que junto las farolas con su claridad, eran testigos de su amor.
Paso a paso, sus abrazos, sus besos, sus caricias y esos susurros, incrementaban su pasión. Y abrazados en la noche, se perdieron por la calle, hasta llegar a su hogar, dónde aquellos sentimientos dieron rienda suelta, como único testigo una romántica habitación.
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