domingo, 13 de diciembre de 2020

No estoy sola

 Me sentí caer muchas veces y de todas ellas salí.

Me dolía el corazón porque en mil añicos se había quebrado.

Me moría sin saberlo encerrada en una habitación.

Mi cabeza no dejaba de pensar en las noches tan largas que ni me dejaba descansar.

No quería parar, no me podía detener, mis piernas seguían avanzando, día y noche, como mis pensamientos.

Las lágrimas corrieron por mis mejillas muchas veces, de impotencia y rabia.

Sola, sin miedo, haciendo frente a lo que tanto daño me hacía. Seguí, luché con fuerza.

Pero no estaba sola, esta vez no, una mano se extendió para agarrar la mía, una mano cálida y llena de ternura.

Levanté la vista, y abrí los ojos, allí estaba para llevarme agarrada a una senda segura. Sorprendida, porque siempre fui yo sola.

Me abría un nuevo campo de visión, un respaldo y su calor.

Apreté su mano con fuerza, mirando sus ojos, supe por primera vez que no estaría sola.


Autora: Olga González Sobrín


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