sábado, 20 de junio de 2020

Vida de alcohol

Rezo todos los días para que llegue mi final, ya no aguanto con el dolor. Tengo el alma desgarrada. No tengo hogar aunque un día lo tuve, pues, recuerdo mi infancia correteando por la casa detrás de mis hermanos. ¡Qué tiempo tan feliz!
Recuerdo mi adolescencia, mis amigos, mis primeros amores... Sí, tuve mi propio hogar, mi familia y hoy me encuentro aquí, tirado en un rincón.
Duelen en mi alma todos los errores que he cometido, el daño que hice. Y aunque el arrepentimiento viene conmigo, perdí toda opción a ser perdonado. 
Lo he intentado pero me he encontrado con todas las puertas cerradas. Desde lejos he seguido su felicidad, veo que mis hijos se han hecho adultos, que tengo nietos. Y yo lloro en mi interior por haberlos perdido.
Pensar en ello me desgarra el alma, mas no lo puedo evitar. ¡Maldito el día que tomé la primera copa! Sí, mi perdición ha sido la bebida. Todo comenzó con un vaso a media mañana, otro día antes de comer, al siguiente por la tarde, y así sucesivamente, hasta que los vasos se incrementaron para pasar a botellas.
Llegó el día que cometí tales desastres en el trabajo que me pusieron en la calle sin miramientos. Llegaba borracho a casa y me encendía de tanta ira cuando me contradecían. Un día se me escapó la mano y la abofeteé, me quedé sin habla, no me reconocía, ella salió huyendo a la habitación, mientras lloraba. Me acerqué a la puerta y le pedí perdón. Al día siguiente, al verle su ojo morado, me moría de remordimientos y me refugié en la botella.
Aquella no fue la primera, siguieron más palizas, hasta que un día ella llamó a la policía y me echó de casa y de su vida.
Seguí mi camino, mendigando para beber. Borracho me llamaban. Yo me reía pero por dentro lloraba.
Han transcurrido los años y he visto la felicidad de mi familia de lejos, son felices sin mí. Siento tanto dolor que no quiero seguir viviendo, mi vicio me convirtió en un ser aborrecible, y ahora estoy donde me merezco estar.
Quise pedirles perdón muchas veces, pero era invisible para ellos y lo entiendo, les hice mucho daño.
¡Dios mío, cómo quisiera una segunda oportunidad!
Me imagino cómo sería mi vida si no me hubiera dado a la bebida. Tendría un trabajo en que habría ascendido, una mujer hermosa y amorosa, unos hijos admirables y nietos jugando en mi entorno. Un hogar tan cálido, tan lleno de paz y armonía, un refugio de amor.
Lloro e imploro para que llegue mi final,pero para castigo sigo aquí tirado, provocando repulsión a todo el que me ve. Los niños me señalan con el dedo, los jóvenes me escupen y me pegan. No acaba mi sufrimiento. Mi vida es un infierno, mi alma destrozada vaga por las calles y ni la muerte me mira.


Autora: Olga González Sobrín

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