martes, 16 de junio de 2020

La caída

Caminaba sin destino, nadie lo esperaba ni lo extrañaría, cabizbajo ponía un pie tras otro sin rumbo. Hacía tiempo que había dejado de ser él, tanto como el que transcurría desde que ella falleció.
No podía comprender por qué sucedió aquello, ellos vivían felices, tenían un buen trabajo que no les robaba tiempo para estar juntos.
No podía comprender por qué una enfermedad se la había llevado. Por mucho que luchò, ella se fue apagando.
Sus planes de futuro ya no se verían cumplidos.
Desde del entierro de su amada él se encerró en una burbuja gris.  Cada día se sentía más ahogado, su apetito desaparecía, su vida se le escapaba.
Su hogar estaba vacío. Aunque sus cosas estaban, ella jamás volvería a cruzar el umbral con un "hola cariño".
Estaba tan hundido que perdió la esperanza, los amigos, el trabajo e incluso se perdió a sí mismo. Y así, fue como llegó a ese lugar y  tomó la decisión de saltar al vacío. Abierto de brazos, se dejó caer, así acabaría todo.
 Pero para su sorpresa, no cayó, sintió un aura de paz, y todos sus sentidos se impregnaron de la esencia de ella. Abrió los ojos y ella lo envolvió en un abrazo depositandolo en el puente. Lo siguió abrazando mientras él lloraba desconsolado. Cuando ya estaba calmado ella le habló, le dijo que sufría viéndolo así, que entendía que su viaje se había acabado pero ella siempre le acompañaría, que estaría a su lado. La vida seguiría para él y le esperaban muchas aventuras, nuevas ilusiones, y estaba segura que alguien volvería a llenar ese hueco que ella dejó.
Y abrazada a él lo llevó de regreso a casa.
Salió de su burbuja, empezó a respirar y con nueva ilusión retomó su vida. El espíritu de ella lo acompañó, y tal como le dijo fueron sucediendo las cosas. Por fin, volvió a ser feliz, y encontró una nueva compañera que cicatrizó las heridas de su corazón.
El amor, más allá de la muerte, siguió velando por él.



Autora: Olga González Sobrín

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