Sus manos envejecidas por el paso del tiempo trenzaban su largo pelo, mientras sus pensamientos viajaban en el tiempo.
Aquellas hermosas manos que acariciaron las mejillas de su esposo, sus hijos, sus nietos. Siempre llenas de amor, cálidas, firmes y protectoras, nunca dudaron ante nadie y siempre presentes en todo.
Sus dedos entrelazaban su pelo y su corazón se unía a los recuerdos: cada vuelta en pensamiento, cada nudo un sueño.
Autora: Olga González Sobrín
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