domingo, 26 de abril de 2020

Sentada a la ventana

La Luna escucha con atención todos mis secretos, mientras ilumina todo. Se acerca más a mí, y le hablo de mi amor, del caballero que acudió a rescatarme cuando vagaba por sendas oscuras entre lloros y dolor.
Al principio sus palabras llenas de amor me iban serenando el alma. Tras meses de dura agonía, llegaron los encuentros y me protegió en sus brazos mientras secaba mis lágrimas. Me llevó de la mano y me apartó de aquel camino de espinas que había sido mi vida.
Y mi querida Luna sonríe, acariciando mi rostro con su tenue luz. Ella sabe mejor que nadie cómo eran mis noches de insomnio tan llenas de dolor. Me consoló hasta el amanecer, siendo mi compañía en aquella soledad llena de traiciones. Nunca dejó de decirme que todo cambiaría, que buscaría mejorar mi vida.
Y sí, funcionó. Ella veló por mí, socorriéndome cuando me ahogaba. Y sigue conmigo mientras le cuento que el amor cambió mi vida.
Amo a este hombre que me ha llenado de paz y me ha dado un hogar donde yo soy su reina, dándome el amor que jamás conocí. No hay deseo que no se vea cumplido, el me mima como a su niña pequeña.
Mi querida Luna, noche tras noche, nos vigilas en nuestro sueño. Eres testigo de nuestras noches ardientes. Siempre has estado para mí y por eso te quiero, bella Luna.


Autora: Olga González Sobrín

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