El dolor forma parte de mi vida, no me puedo deshacer de él, se ha adueñado de mi cuerpo y ambos formamos un solo ser.
No soy dueño de mi cuerpo, ya no hay fuerza en él, me siento un extraño dentro de mi mismo.
Recuerdo una vida llena de actividad, energía, un yo todopoderoso que se comía el mundo, un trotamundos, un soñador. No importaban las estrecheces que pasaba porque siempre salía adelante.
En el amor sufrí el dolor de la traición y mi futuro se presentaba desalentador, la suerte me castigo con la enfermedad. Los años me están machacando y voy deteriorándome, los médicos son mis nuevos amigos y las pruebas experimentales, mi compañía. Unos días lloro por la impotencia que siento de ya no ser yo, impotencia de no controlar el dolor, de no poder caminar. Añoro aquellos largos paseos y las carreras por la playa, el cargar con las bolsas de la compra, el vestirme yo solo.
No entiendo por qué me tiene que suceder a mí. Veo a otros mayores que yo que tienen una vida tan normal y jovial, y les tengo envidia.
No entiendo esta vida que parece castigar a los que han sufrido, no entiendo a la enfermedad, no entiendo el porqué estoy encerrado dentro de mí.
La medicina avanza pero lo lo suficiente, el dolor me come y si no fuera por el Ángel que me acompaña, ya habría dejado de existir. Sus besos son mi medicina, su cariño me cura el alma, su devoción por mí es infinita, la amo con locura. Ella hace que mi dolor sea soportable.
La medicina avanza pero lo lo suficiente, el dolor me come y si no fuera por el Ángel que me acompaña, ya habría dejado de existir. Sus besos son mi medicina, su cariño me cura el alma, su devoción por mí es infinita, la amo con locura. Ella hace que mi dolor sea soportable.
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