Decidí bailar con el viento rodeando mi figura. Las hojas de las rosas me acompañaban acariciando mi piel, mimándome. Me envolvían haciéndome sentir que no estaba sola, susurrando en mi oído. Yo cerraba los ojos y escuchaba. El viento me traía palabras lejanas de un amor que se había alejado. Y apretaba mis ojos cegados por el dolor, pero el viento seguía susurrándome que el destino me pondría dificultades, que tendría desilusiones pero que la vida seguía, que había más: no atarse al pasado, pues en la vuelta de la esquina puede estar lo que se espera.
Seguí bailando con mis ojos cerrados, siendo envuelta y susurrada por el viento, sola y protegida por una capa invisible.
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