Al calor de la chimenea, a tu lado me senté. Apoye mi cabeza en tu regazo y cerré mis ojos. Tu mano acariciaba mi cabello, deslizándose a mi mejilla, yo sin abrir mis ojos, sonreía y me acurrucaba más a ti.
Te inclinaste hacia mí y me besaste en la cabeza. Me levanté y me senté en tu regazo, mis brazos rodearon tu cuello y llevé mis labios a los tuyos, te besé suavemente, más tú abrazaste mi cintura, me apretaste fuerte y en mi empezaron a surgir corrientes por mi interior, las mariposas famosas.
Me levanté de tu regazo y sonriéndote, extendí mis manos, te levanté y abrazados nos dirigimos a nuestro rincón de amor.
La noche era larga y el fuego repartía el calor en nuestro hogar, un hogar dónde tenemos una llama permanente.
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