Él corrió en su ayuda tan pronto como la vio desprotegida. La bella Dama, acosada por una sucesión de infortunios, era perseguida sin respiro. Su naturaleza bondadosa y su confianza en una sociedad que creía no corrompida, la machacaban hasta llevarla a un precipicio sin salida.
Y fue cuando él corrió a salvarla, la agarró de la mano y la atrajo hacía sí, diciéndole:«No te preocupes, no estás sola. Yo te ayudaré».
Cayó de rodillas a sus pies, llorando. Él se agachó, la rodeó con sus brazos y la besó dulcemente en la frente. La ayudó a levantarse y la rodeó con su brazo, guiándola de nuevo a la luz, sacándola de aquella oscuridad que la había envuelto.
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