En la cálida oscuridad, emergida en mis pensamientos, sentía el revoloteo de mariposas sobre mi piel. Desnuda sobre la cama, me envolvía con mis propios brazos, acariciando mi cuerpo. Mas esas mariposas que me recorrían erizando mi piel llegaban desde la lejanía.
Cerraba mis ojos, meciéndome sobre mí misma. Mis pensamientos estaban con él, mi respiración se agitaba al ritmo del corazón que latía veloz.
El tiempo se detenía, gemidos brotaban de mis labios, y mi cuerpo se iba llenando de gozo. El revoloteo de esas mariposas no cesaba hasta que un grito ahogado culminó con mi cuerpo tendido, envuelto en un tierno abrazo y dejándome ir en la oscuridad de la noche.
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